miércoles, 30 de marzo de 2022

La carretera de la muerte


Esto probablemente se quedará conmigo para siempre. Simplemente no puedo imaginar cómo podría olvidarlo todo. Una línea de puntos saliendo de una ciudad en llamas, coches en ambas direcciones: saliendo del infierno y volviendo a él. Se aprovisionaban, llenaban el maletero de los coches y volvían al valle de la muerte.

También estaban quienes habían salido de la ciudad ardiendo de Mariupol sin mirar atrás. Resignados a su destino, obedientemente se alejaban de la zona en guerra. Destrozados por dentro, con la mirada perdida, distantes. A su alrededor habían rugido los cañones, habían zumbado los proyectiles, había temblado el

suelo, habían ardido sus casas, pero nada parecía importarles. Ya se habían despedido de sus hogares.

Se aproximaron al ver a personas vistiendo chalecos antibalas y cascos con la esperanza de obtener alguna información sobre los corredores humanitarios. Cada cual tiene su propia historia. Ahora se quedarán conmigo para siempre.

Un hombre mayor llegó en bicicleta al puesto de control de la salida de Mariupol. Quería saber cómo va la evacuación y después preguntó por los chechenos. Quería verlos.

“Los reconocerás seguro”, le contestó Yuri Bujarev, del servicio de prensa, con una sonrisa en la cara. El hombre respondió al oficial con un gesto tocándose la barba. El residente de Mariupol iba bien afeitado. Me pregunté cómo se las había arreglado para afeitarse en tales circunstancias.

El hombre resultó ser de Chechenia. Hace treinta años, se mudó a Mariupol, donde ha vivido, trabajado y formado una familia. Recuerda muy bien cómo hubo una guerra en su tierra natal, aunque solo la vio por televisión. Lo que ahora ve en Mariupol recuerda a lo que una vez fuera Grozni.


“No se puede huir de la guerra. Si tu destino es encontrártela, no hay que correr a ninguna parte, aunque sea décadas después, te encontrará”, pensaba.


“No se puede huir de la guerra”, dijo en voz alta.


“Sí, es así”, decía el hombre mientras se alejaba en dirección al humo negro.

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