Según la escala moderna de necesidades humanas, la comunicación a través de teléfono móvil se encuentra entre la necesidad de comer y la de dormir. Ninguna de las autoridades ucranianas que dieron la orden de abandonar “ORDLO” (como Kiev llama a la RPD y la RPL, ciertas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk) esperaban que, apenas días después, Donbass les fuera a sustituir con su propio operador. Cínicamente lo llamaron “Fénix”.
Sin miedo a las sanciones occidentales
Este viaje a Donbass deparaba una sorpresa desagradable: los operadores rusos ya no trabajan aquí, ni siquiera en itinerancia. Hubo que transferir la agenda del teléfono, con los
números de docenas de amigos y conocidos, al Fénix, ya que en la RPD y la RPL no hay ningún otro operador. Eso sí, el problema se solucionó en unos pocos minutos. En su oficina adquirimos la tarjeta SIM, a la que añadimos 200 rublos [algo más de 3€]. Incluso en el modo de conversación intenso de viaje, fue suficiente para una semana. En ocasiones llamé a Rusia. En ese caso, cada minuto de conversación costaba cinco rublos. Hay conexión y funciona en todas partes, aunque internet no funciona si la tarjeta no tiene dinero. Pero en Donetsk sigue habiendo wifi gratis incluso en restaurantes y mercados. Para sorpresa de algunos saboteadores ucranianos, que minaron el cable de fibra óptica en Yasinovataya, ahora internet en Donbass está conectado a Rusia.
No nos fue difícil encontrar al hombre que ha salvado a la RPD del apagón informativo. Es el más joven e interesante ministro que he conocido. Primero, el futuro ministro sobrevivió al sitio de Slavyansk, uno de los primeros bloqueos de la guerra.
Como suele pasar en cualquier empresa de alta tecnología, el ministro de Comunicaciones nos recibe en una oficina con vistas panorámicas. La vista de Donetsk desde el piso 22 es impresionante. Nunca había visto la ciudad desde las alturas. Pensé que desde esa ventana se podrían ver las batallas cercanas a la ciudad. Ahí está: el denso humo en Peski y el aeropuerto.
Miro alrededor: un despacho normal. Llama la atención solo una enorme bayoneta de la Primera Guerra Mundial, con una espada de un metro y la punta tapada. Las llamaban “butcher”. El ministro también se hace raro en este ambiente: un chico joven, muy joven, de uniforme militar. Su pelo es algo más largo de lo que se permite…así que su secretaria entra rápidamente laca en mano.
-Victor Vyacheslavovich, deje que le arregle el flequillo. O le van a echar.
El ministro intenta decir que no al principio, pero pronto decide que es más sencillo aguantar el trabajo de imagen y, sin perder tiempo, comienza a explicar:
-La idea de crear nuestro propio operador surgió durante las batallas de agosto de 2014 para Shakhtyorsk, donde Ucrania cortó las comunicaciones en la zona de la lucha. Entonces quedó claro que no podríamos utilizar las redes móviles. El destino nos dio dos años, así que los especialistas han tenido tiempo para prepararlo. Han estudiado la topología de las redes, la planificación, han preparado los documentos. Hicimos simulacros para comprender qué servicios se perderían si se cortaba la comunicación móvil.
– ¿Las tarjetas están impresas en Rusia, ¿verdad?
-Oh, es un negocio. De las personas que querían imprimir tarjetas SIM para nosotros nos decían: “déjenos hacerlo y les haremos un descuento”. ¿Lo ve? Tenemos un Mercado. Tenemos viviendo aquí a dos millones y medio de personas. Con eso se entiende todo.
-Pero Ukrtelekom no lo entiende. Lo cogió todo y se marchó.
-No, no se marchó. Vamos a ver el caso. En primer lugar, bajo la dirección del Consejo de Ministros hemos introducido control externo. Intentamos buscar un compromiso. Es decir, que pagaran impuestos aquí, que los trabajadores recibieran sus salarios aquí y pagaríamos el tráfico a Ucrania. Pero no conseguimos llegar a un acuerdo. Es más, Ucrania ha intentado deshabilitar todo el equipamiento del que disponía aquí: ha destruido el software, las licencias, los settings, el propio sistema operativo. Lo hemos restablecido, para los suscriptores está todo como estaba.
Según el ministro, a día de hoy, el control externo de la compañía Komtel ha pagado ya los segundos sueldos y tres millones de rublos en impuestos. Los planes de futuro pasan por desarrollar internet 3G, pero el equipamiento de los operadores ucranianos no está preparado para ello: tiene diez años. Y los operadores rusos no tienen prisa por conseguir este mercado.
-Tienen miedo de las sanciones, siguen dependiendo de equipamiento occidental.
Siemens, Cisco…China también ocupa una posición ambigua. Al mismo tiempo, Occidente no tiene miedo de sus propias sanciones. En la cena, unas chicas comentaron:
-Facebook, por ejemplo, ha reconocido Fénix y lo conecta al SMS. Los usuarios de Facebook reciben notificaciones vía SMS en Fénix.
En Donbass, la compañía Apple también ha sacrificado en cierta forma sus principios. Aquí se puede comprar tranquilamente en la tienda de la compañía y la propia Apple define a la RPD como Rusia.
Poco a poco, la conversación vuelve hacia el punto de inicio, en el que nos encontramos en un rascacielos de Donetsk cuyo dueño “renegó de sus obligaciones”. Recuerda a Kiev: Maidan y Anti-Maidan: dos campamentos separados por una fila de soldados. Viktor fue uno de los organizadores de la resistencia contra el golpe.
-A mediados de febrero, llevé a Anti-Maidan 300 kilos de material, aunque el Partido de las Regiones no daba dinero para ello. Incluso cuando quemaron la oficina de los “regionales”. Les dije: ¿no os dais cuenta de que el día de mañana nos quemarán vivos?
– ¿Cómo llegó a Donbass?
-Me buscaban después de Anti-Maidan en Jerson, no me podía quedar, fui a Crimea. Allí firmé un buen contrato con una empresa tecnológica rusa. El 2 de mayo encendí la televisión y vi Odessa. Al ver a mis compañeros quemados comprendí que no podía ser un empresario. Y llegué a Donbass.
– ¿No le dio miedo la guerra?
-Estaba preparado para lo que fuera, pero no sabía qué tendría que hacer. Cinco días después, me di cuenta de que las milicias no tenían conexión cerrada. Todas las comunicaciones eran por teléfono móvil y, por supuesto, les estaban escuchando. En Rusia había hecho dos grandes proyectos de telefonía. Propuse a la milicia hacer un software especial de comunicación. Se hizo y aún sigue funcionando, con un IP encriptado. Este proyecto es el esqueleto básico del sistema de comunicaciones del ejército y del ejecutivo. Cuando se empezó a formar el Gobierno me llamaron.
-Es famoso por haber lidiado con un problema complicado en el ámbito de la tecnología. ¿Es posible que Donbass tenga potencial ahí?
-Aquí hay una gran escuela de alta tecnología. Uno de los creadores de Linux es de Donetsk. El primer distribuidor ruso, de Donetsk. El creador del juego Red Alliance, de Donetsk. Tenemos que involucrar a la juventud en estos proyectos. Si no nos lo impiden, tendremos nuestro propio Silicon Valley.
-Tengo un nombre: Silikonskaya Balka.
Cerveza y pescado
Esperamos a la cooperativa de pescado en la costa del mar de Azov, pero buscamos un minuto para pasar por la cervecería de Donetsk, que ha abierto recientemente. Pega con el resto del camino. La planta se construyó por órdenes de Stalin tras un cómico incidente en una reunión con mineros en el Kremlin. El líder preguntó: “¿Qué echan de menos en la vida en Stajanov?”. Y uno de los mineros dijo: “una cerveza, después del trabajo, una jarra”. La planta se construyó y se inauguró en 1951. Durante la guerra quedó paralizada por problemas con los dueños, los materiales y la exportación de los productos. Pero el equipo sobrevivió, nadie huyó, como es evidente por el cartel de la entrada: “no hay puestos libres”. El 1 de marzo, la antigua “Efes” pasó a control externo y se convirtió en DPR. En abril produjo, según la vieja receta, la primera remesa de “Zhiguly”. Frente a la fábrica se pueden ver los camiones de carga con los viejos símbolos de las empresas ucranianas.
La RPD es una pequeña república, así que en poco tiempo nos encontrábamos ya en la playa. Pasamos la noche en una pensión en la que, por segundo año, hay refugiados de los pueblos de la estepa que han quedado en la línea del frente. Es difícil comprender que sus hogares se encuentren a veinte kilómetros pero que sea imposible volver allí. Y la población quiere volver a su casa, aunque sea un minuto, aunque solo sea un momento.
La pesca empieza su jornada a las cuatro y media de la mañana, cuando los primeros barcos ya han salido para comprobar las redes. Aquí la pesca en aguas poco profundas se llama “pesca estacional no-acuosa”. Las redes se extienden desde puestos anclados al suelo. Los pilares se llaman “Gunder”, así que los pescadores se llaman afectuosamente entre ellos “gunderets”. Las dos máquinas con las que salimos pescan, al día, no menos de una tonelada. Las redes pescan hasta ocho veces al día. Pero los pescadores no están contentos y niegan con la cabeza. Todavía no ha nacido el pescador que está completamente satisfecho con lo que ha pescado. Ocasionalmente aparece algún pequeño esturión, que inmediatamente devuelven al mar, quejándose: “En vez de peces, una sonrisa. Un pez subió a la superficie”. Pero el problema queda olvidado, hay que desayunar.
¿A cuánto se vende el pescado?, pregunto a un pescador vestido con un llamativo chubasquero amarillo.
-Las anchoas a diez rublos el kilo, el espadín a 12.
Recuerdo a finales del otoño de 2014, cuando se elegía al futuro líder de la República, a los residentes de Novoazovsk. La Casa de Cultura estaba llena, gente con peticiones, demandas, promesas, juramentos y amenazas. Y ahí, en medio de ese caos, había un chico joven “en las alturas”, cubierto de manchas de sal y algún resto de pescado. Brillaba bajo la luz, entre el glamour del resto.
“¡Alexander Vladimirovich! ¡Ayuda! Nos estamos asfixiando. Por un kilo de anchoas nos dan una grivna y media, ¡no podemos ni pagar la gasolina!”
El futuro líder de la República no se lo pensó. “¿No tenéis granadas?” [Novoazovsk fue, incluso en los peores momentos de la guerra, una de las zonas más tranquilas] “No”. “Pues ven y te daré una”. Se acercó y Zajarchenko no le dio una sino dos, una Efki y una Limonka. Ahora es imposible imaginar una escena así, aunque solo han pasado dos años y medio y la guerra no ha acabado. No solo yo he notado que, en esta ocasión, Donbass va a un paso diferente. En Rusia el tiempo va más despacio, lo que significa que Donbass tiene ahí un serio hándicap a la hora de acercarse a “la tierra grande”. Sin embargo, si hace falta, Rusia esperará a sus hermanos. Aquí nadie lo duda.
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