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lunes, 2 de diciembre de 2019

“El final de una época”

Por Andrey Manchuk.- El calendario dice que está a punto de acabar el año 2019, pero en la sección ucraniana de Facebook parecería que el país está a punto de entrar en el año 37 o 38 del siglo pasado. Y todo porque el gran ejército online de bots de Poroshenko, los patriotas activistas por los derechos humanos, periodistas y ciudadanos conscientes no paran de gritar sobre la represión policial que ven en Ucrania. El motivo de ello es un incidente con la voluntaria Elena Sambul-Velenkaya, más conocida por el romántico nombre de guerra
Marusya Zberoboy, que fue miembro del Praviy Sektor y que después se hizo famosa por su activismo político a favor de Poroshenko.

El jueves, 28 de noviembre, su casa fue registrada, un grupo de investigadores bajo la protección de las fuerzas especiales Alpha visitaron la vivienda de la voluntaria y, en presencia de testigos, requisaron sus notas, un teléfono y un arma, pero no detuvieron a Marusya. El motivo del registro fue un conocido vídeo de Sambul-Velenkaya junto a su inseparable amiga y honorable miembro del partido “Solidaridad Europea” [de Petro Poroshenko-Ed], Sofia Fedinaya en el que amenazan al presidente Volodymyr Zelensky, que el día anterior se había reunido con las tropas en el frente cerca de la localidad de Zolotoe [para conseguir que cumplieran con la retirada pactada y que se desbloqueara así la celebración de la cumbre del cuarteto de Normandía que se celebrará el 9 de diciembre-Ed].

Indignadas por los tímidos intentos de iniciar la retirada de tropas, las dos leonas del partido de la guerra dejaron caer que habría una respuesta de los ofendidos nacionalistas. “Te harán volar por los aires, lo prometo”, afirmaba Marusya, mientras que su más cautelosa compañera se limitaba a sugerir al “traidor” que podría haber explosiones de granadas e inesperados ataques de mortero, palabras que gran parte de quienes han visto las imágenes entienden como una amenaza directa al presidente.

El registro en casa de Sambul-Velenkaya se debió al caso abierto a raíz de esas declaraciones. Y aunque ni siquiera fue privada de libertad, los nacionalistas lo han presentado como el inicio de una sangrienta política del terror contra los héroes de la nación.

“Si piensan que el país va bien, vamos a lo loco hacia una dictadura y persecución de disidentes. Así es en el sexto aniversario de la revolución de la dignidad”, escribió el enfadado analista político Viktor Taran.

“Los registros en casa de una mujer que se ha dirigido duramente a Zelensky es la cumbre del absurdo. Ninguno de sus predecesores recurrió a tan mezquina violencia, aunque todos ellos eran mezquinos”, afirmó la periodista Tatiana Danilenko.

“¿Empezaran ahora a allanar las viviendas de la oposición? Estamos construyendo rápidamente un estado policial. Miedo, intimidación, detenciones, confiscaciones, presión, todo ante los ojos de la población. Desertores registran y detienen a reservistas y soldados. El fin de la era de la dignidad”, se quejó otra de las caras de “Solidaridad Europea”, la renombrada defensora de la democracia Irina Gerashenko.

Periodistas cercanos a Poroshenko rápidamente encontraron en el proceso toda una serie de infracciones de los cuerpos de seguridad. “El juez que leyó los informes para comprobar si había algún signo de delito en sus acciones, francamente, miró para otro lado y permitió el registro. Es una violación del Artículo 18 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que dice que no se puede utilizar un procedimiento criminal para otros propósitos que los estipulados por la ley”, argumentó la patriótica abogada Valentina Telichenko. Y Vladimir Bondarenko, asesor del alcalde de Kiev, calificó el registro como “caer al fondo”.

“La distancia a la que llegó el régimen de Yanukovich en varios años, el régimen de Zelensky la ha cubierto en tres meses. Poca gente con sentido común no se ha dado cuenta de lo inadecuado de las personas que están en el poder. Se habla de ello. También entre los oportunistas que están intentado hacer carrera en esta confundida administración. Así que habrá registros, habrá leyes sin sentido y otros errores que se solapen unos a otros hasta que llegue uno fatal”, resumió con tragicómica histeria Vitaly Portnikov, miembro del ejército de propaganda de Poroshenko.

Lo más curioso de esta historia es que quienes están hablando de ella son los mismos que, durante cinco años, han defendido la represión y la anarquía contra sus enemigos políticos, ignorando completamente cualquier precepto legal. Era suficiente una falsa acusación de separatismo, habitualmente denunciada por los mismos patriotas en nómina, y las agencias de inteligencia irrumpían en las vidas de personas inocentes, se les colocaban pruebas falsas y se les enviaba a prisión, donde permanecían durante meses ante las decisiones de jueces que eran parte. La Fiscalía ni siquiera consideraba necesario hacer peticiones formales, se limitaba a seguir el papel de testigos de lo que hacían sus colegas, con lo que los registros se convertían en saqueos criminales. Y los “líderes de opinión” que ahora lloran por el confiscado teléfono de Marusya, han calificado a todos esos presos políticos agentes del Kremlin y han extendido por todo el país esa mentira injustificada.

El plan quinquenal post-Maidan ha estado marcado por la construcción de un sistema militante de nihilismo legal en el que la ley ha sido sustituida por el principio de oportunidad política y de los intereses privados de los miembros de la Fiscalía que querían conseguir aumentos de sueldo o ascensos a base de revelar “conspiraciones rusas”.

Esto supuso una gran sorpresa en los activistas por los derechos humanos que intentaron defender a Kiril Vishinsky, Ruslan Kotsaba o Dmitry Vasilets. Pero cuando trataron de explicar lo que pasaba en el país -la persecución, las prisiones secretas desveladas por la ONU, detención ilegal y torturas- el público respondió alegando que eran las duras leyes de la guerra. Un país en guerra supuestamente no podía permitirse cumplir la ley y proteger los derechos humanos.

Ahora, todo ha cambiado y los lobos se hacen de repente corderitos y los terribles “cazadores” posan como frágiles personajes de Turgenev. La realidad es que el terror continúa exclusivamente contra los mismos oponentes de Euromaidan que lo han sufrido hasta ahora. “Hoy hace exactamente un año y medio desde que pasé a arresto domiciliario tras un año en prisión”, escribió el 28 de noviembre el periodista Vasily Muravitsky, que tampoco ha sido puesto en libertad por las nuevas autoridades. Y es normal, teniendo en cuenta que los cargos contra él son falsos, por lo que el proceso judicial se alarga indefinidamente mientras que los asesinos de extrema derecha caminan libres y con impunidad por Ucrania.

Aún no se han dado cuenta de que son ellos quienes han creado un sistema de anarquía e impunidad que ahora se está volviendo contra ellos.

Slavyangrad

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