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sábado, 21 de marzo de 2020

Un conjunto atomizado de supervivientes

Desde la victoria de Euromaidan en 2014, Ucrania ha impuesto como ideología oficial del país el nacionalismo y el rechazo a todo legado de la Unión Soviética, etapa que a marchas forzadas trata de eliminar a base de leyes anticomunistas y de borrar de todo resto del pasado soviético, una eliminación que va mucho más allá del derribo de monumentos. En estos años, Ucrania ha cerrado, por ejemplo, una gran parte de las escuelas rurales construidas durante el periodo soviético, dificultando así el estudio en las zonas rurales y
colaborando a la despoblación de esas zonas.

La sanidad ha sido otro de los blancos. Especialmente durante el mandato al frente del Ministerio de Sanidad de Ulyana Suprun, el inicio de la privatización definitiva de la sanidad ha sido uno de los objetivos, como también lo ha sido el suprimir centros de salud y hospitales que no se consideraban rentables. En este tiempo, cuando la guerra, la austeridad impuesta por el FMI y la privatización han sido la prioridad, las infraestructuras soviéticas ha sido uno de los blancos de las críticas. Sin embargo, sin capacidad de crear nuevas infraestructuras -por ejemplo, la última estación de metro que se inauguró en Kiev fue unas semanas antes de Euromaidan-, Ucrania ha vivido y sigue viviendo de esos servicios heredados de la odiada Unión Soviética. ¿Dónde habría alojado Ucrania a los evacuados de Wuhan de no haber tenido a su disposición uno de los muchos sanatorios construidos por la Unión Soviética? Ahora, la emergencia sanitaria que puede suponer el coronavirus COVID-19 da la razón a la Unión Soviética y sus grandes proyectos de infraestructuras.

Artículo Original: Ukraina.ru

El periodista, sociólogo y activista por los derechos humanos ucraniano Andrey Manchuk ha apuntado en su perfil de Facebook que la epidemia de coronavirus ha probado que la Unión Soviética acertaba en su estrategia de organización de las instituciones médicas e instrucción generalizada para médicos y enfermeros para emergencias.

“Entre otras muchas cosas, la pandemia ha dado una respuesta a los críticos del gigantismo soviético. A todo aquel que, con ironía, apuntaba a lo enormes que eran los hospitales soviéticos y lo calificaba de evidencia de la ineficiencia de la planificación socialista. Mejor que haya cómodas clínicas bien iluminadas, solo para la buena gente con buenos ingresos.

Esas clínicas tendrán que ser puestas al servicio del Estado, porque escasean las camas y los recursos. Sin embargo, grandes hospitales como los que se construyeron en los años ochenta no solo para situaciones de emergencia sino teniendo en cuenta que la población aumentaba constantemente, no solo no se han construido en los últimos años sino que, al contrario, han sido cerrados por no dar beneficios.

La crisis ha demostrado a todos quién tenía razón: la construcción de alas adicionales en las instituciones médicas, la instrucción masiva de médicos y enfermeros, las grandes reservas de medicamentos, las herramientas de especialización e incluso el famoso estofado.

Nada de esto se explica por “la locura de la gerontocracia comunista” (la acusación de gerontocracia ahora parece un chiste, ¿verdad?). Era la decisión adecuada basada en predicciones científicas económicamente sólidas y socialmente responsables.

Era una política pública normal, sin la cual la sociedad se convierte en un conjunto atomizado de supervivientes que frenéticamente acumulan conservas y papel higiénico.

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