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sábado, 22 de febrero de 2025

Expolio


 En junio del año pasado, Lindsey Graham, el amigo de Ucrania dispuesto a luchar “hasta el último ucraniano” y que habitualmente ejerce de avanzadilla de ideas que a la postre van a convertirse en dogma, fue el primero en resaltar que “Ucrania se asienta sobre trillones de dólares en minerales”. Era el pistoletazo de salida a la carrera por exigir a Kiev acceso privilegiado a esos lucrativos materiales. Aunque en aquel momento pareciera un comentario aislado de un senador que llevaba diez años luchando por conseguir que sus aliados ucranianos obtuvieran más armas estadounidenses para luchar contra Rusia -incluso antes de que las tropas rusas cruzaran la frontera en 2022-, la idea no solo se ha convertido en mainstream, sino que existe ya un documento que la Casa Blanca ha presentado a Kiev para su firma a la mayor brevedad.

Por el momento, el proxy ucraniano se resiste y Zelensky afirmó en Múnich que el plan era contrario a los intereses de Ucrania. Kiev trata de endurecer la negociación con su aliado norteamericano ofreciendo algo que Estados Unidos quiere y exigiendo a cambio garantías de seguridad. La táctica es simple: resistirse a ceder la mitad de unos recursos cuya importancia exalta hasta la saciedad para aparentar un valor aún más alto. Zelensky intenta seguir los pasos de Donald Trump, que ha sobreestimado ampliamente la aportación estadounidense con el objetivo de exigir a Ucrania una compensación muy por encima de lo que Washington ha aportado. Es probable que ambas partes sean conscientes de que esta fase de teatro dramático forma parte de los preliminares de la negociación.

Entrevistado por la PBS estadounidense, en dos ocasiones, Andriy Ermak no fue capaz de responder sí o no a la pregunta de si JD Vance se había comprometido en su reunión con Zelensky a ofrecer garantías de seguridad a Ucrania y a negociar con ella en lugar de sobre ella. Ermak insistió, sin embargo, en que no hay posibilidad de que Trump acepte algo  “que vaya contra los intereses ucranianos, que vayan a ir en contra de los principios de nuestra independencia, soberanía e integridad territorial”. El compromiso con Estados Unidos es completo, la relación con Donald Trump es excelente y la confianza en el criterio del líder de la Casa Blanca no ha disminuido. Ese es, al menos, el discurso ucraniano que, sin embargo, el pasado fin de semana vio la necesidad de ampliar sus miras y comenzar a plantear la posibilidad de que el paraguas de seguridad continental desaparezca. Ucrania no solo quiere ser miembro de la UE, sino fundamentalmente ser parte integral y principal de una fuerza militar europea capaz de tomar sus propias decisiones. La idea no deja de ser el reflejo de una posición desesperada en la que Kiev se ve superada por sus enemigos y aliados, que amenazan con negociar sin su presencia. El temor no está solo en Ucrania, sino que empieza a extenderse por Europa. Es el caso, por ejemplo, de Gabrielius Landsbergis, que el domingo advertía de la posibilidad de que Ucrania pudiera buscar garantías de seguridad e inversiones en China en lugar de en los países europeos en caso de que estos sean incapaces de reaccionar ante la actual situación. Ayer, Anton Gerashenko, exasesor del ministro del Interior Arsen Avakov y una figura clave en la propagación del discurso nacionalista ucraniano desde Maidan, comentaba en las redes sociales la postura de China, con un sutil elogio a quien no ha tomado partido y quiere participar en la reconstrucción de Ucrania.

En la entrevista concedida a la PBS, el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania exigió que Estados Unidos actúe junto a Ucrania y en su defensa, no únicamente como parte mediadora, ya que ha de estar del lado “del derecho internacional, de la verdad y del bien”. Ese discurso ignora que gran parte de lo que busca actualmente Washington es el beneficio económico, ya sea en forma de limitar las ventas de crudo ruso si continúa la guerra, concesiones petrolíferas en territorio de Rusia en caso de acuerdo y en concesiones de minerales en Ucrania.

En un acto conjunto con el presidente ucraniano, Lindsey Graham, que prácticamente se presenta a sí mismo como el descubridor de las riquezas minerales ucranianas, se jactaba en Múnich de haber cambiado completamente la percepción que Donald Trump tenía de Ucrania. Gracias a un mapa que mostraba la distribución de los diferentes recursos, el senador consiguió que el presidente estadounidense se interesara por Ucrania, describió el exultante senador mientras Zelensky se mantenía estoico ante el discurso de Graham, un alarde de colonialismo extractivista en el que el oficial no intentaba ocultar su gozo. En aquel momento, no se conocían aún los términos que Estados Unidos espera que Ucrania acepte.

Las riquezas minerales, principal activo que Estados Unidos quiere de Ucrania, han adquirido gran importancia en los últimos años y prometen ser recursos por los que las grandes potencias van a luchar en el futuro. “Las tierras raras -un conjunto de 17 elementos metálicos que en realidad no son tan raros, a pesar de su nombre- son importantes para los responsables políticos estadounidenses porque sustentan tecnologías que van desde los misiles teledirigidos hasta las turbinas eólicas. Pero China domina de forma abrumadora sus cadenas de suministro mundiales, lo que convierte el control de los recursos en una vulnerabilidad estratégica que Washington lleva años tratando desesperadamente de tapar”, escribe Foreign Policy en un artículo que trata de explicar el potencial ucraniano. El interés de Estados Unidos, como han apuntado recientemente varios comentaristas conservadores, radica en parte en impedir que otras potencias se hagan con ellas. Sin embargo, la elevada cantidad que Trump pretende obtener de la explotación de los recursos ucranianos no esconde que el lucro es el objetivo fundamental, posibilidad que algunos expertos cuestionan. Javier Blas, uno de los expertos económicos de Bloomberg, pedía el sábado ayuda para obtener fuentes fiables sobre las tierras raras de Ucrania, ya que los recursos habituales no daban señales de ellos. “Aunque Ucrania alberga una cantidad considerable de tierras raras y minerales como uranio y titanio, actualmente no produce tierras raras, ni las ha producido en las últimas décadas, según el Servicio Geológico de Estados Unidos”, añade Foreign Policy, que da por hecha la existencia de tierras raras, pero que pone en duda la capacidad de Kiev y Washington de explotarlas y obtener beneficios a corto plazo. “Los datos y la información geológicos son escasos, según Reuters, y We Build Ukraine, un think tank con sede en Kiev, calcula que la ocupación rusa ha hecho inaccesible el 40% de las riquezas minerales metálicas de Ucrania. Zelensky ha alegado que menos del 20% de los recursos minerales del país están bajo ocupación rusa”, precisa para citar a uno de sus expertos afirmando que “no se puede desarrollar una mina de la nada y extraer recursos en tres o cuatro años”.

“Sacar los recursos de la tierra es sólo una parte del problema. El diseño de nuevas cadenas de suministro de minerales requiere todo un ecosistema de sistemas de procesamiento, refinado y fabricación, cuya construcción requiere tiempo e inversión”, prosigue el artículo, que olvida otro aspecto importante. Como comentó el fin de semana el periodista opositor ruso Leonid Ragozin, que califica la oferta de Zelensky a Estados Unidos como desesperada, “es preciso mencionar que los depósitos en cuestión tendrían que ser confiscados a los oligarcas ucranianos, que tienen influencia en el país y que han perdido una fortuna al elegir permanecer en el bando occidental en este conflicto”.

Sin embargo, Zelensky tiene varios problemas más. La forma en la que Donald Trump mencionaba la certeza de que Estados Unidos iba a recuperar el dinero invertido hacía pensar que las tierras raras eran vistas como pago por los servicios ya prestados y no por la asistencia militar y protección del futuro como parecía creer el presidente ucraniano. Ucrania quiere ser “un aliado estratégico a largo plazo”, ha comentado Andriy Ermak en referencia a la negociación sobre la puesta en manos de Estados Unidos de la mitad de las tierras raras de Ucrania. El rechazo a firmar el documento presentado por Washington, que el presidente ucraniano afirmó que sería ratificado de forma urgente, siempre fue signo de una sorpresa de última hora en forma de términos que Kiev no esperaba. Desde el domingo se han conocido, gracias a filtraciones a la prensa, dos aspectos que, sin duda, suponen un cambio sustancial en lo que Ucrania percibía como una “cooperación” entre aliados: lo absolutamente draconiano de los términos y las diferencias entre lo que Kiev considera estar pagando y lo que Estados Unidos entiende por ese pago.

“Zelensky recibió el acuerdo justo antes de reunirse con el Secretario del Tesoro Bessent en Kiev. Estaba fechado el 7 de febrero de 2025 y solo hacía referencia a la obtención de recursos ucranianos por parte de Estados Unidos a cambio de ayuda militar pasada, pero no contenía propuestas de ayuda similar en el futuro”, escribió en las redes sociales Christopher Miller, corresponsal de Financial Times en Ucrania, desvelando el elemento diferencial que posiblemente esté retrasando una firma que se había dado por hecha. El equipo de Zelensky está dispuesto a sacrificar parte de la soberanía del país para ofrecer a Estados Unidos unos recursos con los que lucrarse, pero siempre a cambio de la continuación de la asistencia militar. Este detalle altera por completo el cálculo que había realizado el Gobierno ucraniano y quizá sea tan importante como la cuestión de los términos en sí, que desde ayer están siendo comparados por los medios con aquellos “normalmente impuestos contra el agresor por los países que le han derrotado”.

“Si se aceptara este proyecto, las exigencias de Trump equivaldrían a una parte del PIB ucraniano mayor que las reparaciones impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles, posteriormente reducidas en la Conferencia de Londres de 1921 y por el Plan Dawes de 1924”, escribe The Telegraph, que ha tenido acceso al documento presentado a Ucrania la pasada semana e insiste en que supondrían “peores sanciones financieras que las impuestas sobre Alemania y Japón después de su derrota en 1945”.

“Los términos del contrato que llegó al despacho de Volodymyr Zelensky hace una semana equivalen a la colonización económica estadounidense de Ucrania, a perpetuidad legal”, advierte The Telegraph. En el documento “Privilegiado y Confidencial” fechado el 7 de febrero al que ha tenido acceso el medio, Estados Unidos recuerda que ha “suministrado apoyo financiero y material significativo a Ucrania desde la invasión rusa de febrero de 2022”, que “el pueblo americano desea invertir junto a Ucrania en una Ucrania libre y segura” y que “desea una paz [el documento escribe erróneamente piece, pieza, en lugar de peace, paz] duradera en Ucrania y una sociedad duradera entre los dos pueblos y gobiernos”.

“El acuerdo cubre el «valor económico asociado a los recursos de Ucrania», incluidos «los recursos minerales, los recursos de petróleo y gas, los puertos y otras infraestructuras (según lo acordado)», sin dejar claro qué más podría abarcar. «Este acuerdo se regirá por la legislación de Nueva York, sin tener en cuenta los principios de conflicto de leyes»”, continúa The Telegraph. “Estados Unidos se quedará con el 50% de los ingresos recurrentes que reciba Ucrania por la extracción de recursos, y con el 50% del valor financiero de «todas las nuevas licencias concedidas a terceros» para la futura monetización de los recursos. Habrá «un derecho de retención sobre dichos ingresos» a favor de Estados Unidos. Esa cláusula significa «páganos primero y luego alimenta a tus hijos»”, añade citando a una fuente que califica como cercana a las negociaciones.

Estados Unidos parece haber valorado esos recursos en los 500.000 millones de dólares que Donald Trump quiere obtener como pago por los servicios prestados hasta ahora, una cifra a la que Zelensky no se ha negado expresamente a pesar de que triplica lo realmente aportado por Estados Unidos hasta ahora y supera en 150.000 millones la cantidad que el líder estadounidense afirma falsamente que ha suministrado. Quizá la opinión de Zelensky no difiera en exceso de la de Maksym Zhoryn, comandante adjunto de la Tercera Brigada de Asalto y una de las figuras importantes de la extrema derecha nacionalista, que ayer escribía que, ante las dificultades y la carencia de elementos con los que negociar, no tenía especial objeción en la entrega de los recursos minerales del país, pero debe ser a cambio de “garantías de seguridad reales”. La relación colonial o el empobrecimiento que supondría aceptar estos términos no son el impedimento, el problema es que la subordinación tiene que incluir también el aspecto militar.



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