martes, 6 de diciembre de 2022

Muerte y destrucción


El día de ayer, con ataques de diferente calibre en varias zonas del frente y de la retaguardia tanto rusa como ucraniana, fue una buena representación del estado actual de la guerra en su ámbito militar, único realmente activo en casi completa ausencia de diplomacia. Pese a ciertas buenas palabras de líderes occidentales, fundamentalmente Emmanuel Macron, que estos días ha vuelto a repetir la idea de que la arquitectura de seguridad del continente europeo debe incluir a Rusia, la diplomacia se limita actualmente al intento de reactivar proyectos económicos como el flujo de amoniaco por la tubería Togliati-Odessa, los cada vez más comunes intercambios de prisioneros y las negociaciones con las que el OIEA esperan lograr que Rusia entregue el control de la central nuclear de Zaporozhie, situada en Energodar.

En un momento en el que Ucrania trata de avivar el pánico en Rusia afirmando, cada vez con más frecuencia, que busca posicionarse para un asalto final a Crimea en los próximos meses o semanas -algo escasamente realista incluso para los generales estadounidenses- y presenta la rendición militar, política y económica completa de Rusia como prerrequisito para negociar, es la situación militar la que marca la actualidad. A ella hay que sumar la guerra económica, con el anuncio de la imposición de un precio tope al que Rusia podrá vender petróleo a los países que se adhieran al acuerdo, es decir, los países del G7, la Unión Europea y sus aliados. Alexander Novak ha afirmado ya que Rusia no venderá petróleo en condiciones que no sean las de mercado aunque eso implique la reducción de la producción.

La medida busca poner a Rusia entre la espada y la pared ante la decisión de interrumpir o no esas ventas: continuar supondría subordinarse a las medidas impuestas por los países occidentales mostrando así su debilidad e interrumpirlas haría perder esos ingresos, claves para mantener la economía del país si Rusia no logra redirigir las exportaciones de crudo. Sumada a la presión militar, esta fuerte presión económica muestra que los aliados de Ucrania tienen como prioridad la derrota de Rusia, no la consecución de la paz, una situación que no da incentivo alguno a Moscú para desescalar la situación. Las palabras de Macron pueden entenderse en ese sentido: un incentivo aparente que pudiera hacer pensar a Rusia que existe una posibilidad de lograr uno de sus objetivos por medio de la diplomacia. Sin embargo, la actitud de la Unión Europea y los países de la OTAN hace exactamente un año, meses antes de que la guerra de Ucrania se extendiera de Donbass a todo el país y con ella la muerte y la destrucción, obliga a cuestionar la sinceridad de esas palabras. En aquel momento, tanto la UE como la OTAN rechazaron abiertamente cualquier negociación.

En términos puramente militares, hay que destacar cuatro escenarios diferentes que se encadenaron en el día de ayer. Por la tarde, un ataque con alrededor de 70 misiles rusos volvió a atacar las infraestructuras civiles críticas ucranianas. Los ataques, en los que Ucrania nuevamente alegó haber derribado prácticamente todos los misiles rusos, causaron apagones y cortes de suministro de agua y de acceso a internet en amplias zonas del país. A lo largo del día, Kiev denunció la muerte de dos personas, por lo que se repite también un reducido número de bajas en este tipo de ataques masivos.

El ataque, una actuación que en las últimas semanas se ha repetido en varias ocasiones y que busca, según Rusia ha afirmado abiertamente, obligar a Kiev a negociar, no puede considerarse una “venganza” por lo ocurrido tan solo horas antes. Por la mañana, se conocían las explosiones en dos bases aéreas rusas, Dyagilevo en Ryazan y Engels en Saratov, donde se hablaba de los daños sufridos en al menos dos bombarderos estratégicos Tupolev. Por la tarde, las imágenes de los satélites occidentales mostraban la ausencia de daños en la base, aunque las fuentes rusas hablan del uso de drones soviéticos, que habrían volado centenares de kilómetros hasta ser derribados (esa es, al menos, la versión ofrecida por los periodistas rusos, es decir, la versión que Rusia quiere presentar) en las inmediaciones de la base, causando daños imporatantes en varias aeronaves. Horas después, Rusia mostraba que los ataques no habían modificado la capacidad de combate con un importante ataque con misiles.

Al margen de ese doble ataque a la retaguardia rusa, en la que según las fuentes rusas perdieron la vida tres personas, las topas ucranianas continuaron también con sus habituales ataques en Donbass. Tampoco puede considerarse una forma de “venganza” por los ataques rusos el ataque contra Alchevsk o los disparos de Grads contra la ciudad de Donetsk, algo que se ha convertido ya en un hábito para las tropas ucranianas. Por la mañana, la RPL denunciaba un ataque ucraniano contra un edificio residencial en Alchevsk, una ciudad que desde 2015 se encuentra lejos del frente. Según las fuentes de la RPL, al menos nueve personas murieron en el ataque, a las que hay que añadir al menos cuatro víctimas mortales en la ciudad de Donetsk, atacada otra vez de forma indiscriminada y a plena luz del día. Víctimas que no aparecen en los medios occidentales y daños materiales que no pueden causar, por ejemplo, cortes de suministro de agua, interrumpido desde hace meses en la ciudad más poblada de Donbass sin que esa grave situación haya causado indignación ni la más mínima compasión en la prensa internacional.

Los ataques ucranianos producidos ayer en zonas urbanas, en el caso de Donetsk de forma indiscriminada, causaron un mayor número de víctimas mortales que el ataque masivo con misiles rusos. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, los daños materiales causados por los misiles rusos suponen un sufrimiento añadido para la población civil, que desde hace semanas sufre cortes de luz, agua y comunicaciones. Frente a ello, sus autoridades, que por medio de la primera dama Olena Zelenska han querido decir a la prensa occidental que el 90% de la población ucraniana está dispuesta a soportar cortes de luz durante años, siguen apelando a la capacidad de aguante de la población y exigen a sus socios más ayuda militar para continuar la guerra “hasta la victoria”, que no la paz.

Salvyangrad

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