lunes, 18 de agosto de 2025

Al rescate de Zelensky



Pasada la esperanza de que las amenazas fueran a dar un mejor resultado en la cumbre del fin de semana pasado y aparentemente sin la expectativa de que Zelensky vaya a repetir el éxito de Putin a la hora de convencer a Trump de que su modelo de resolución de la guerra es el adecuado, la prensa occidental se ha instalado en un fatalismo difícil de creer tras tres años de advertencias del cercano colapso ruso, su incompetencia en el frente, enormes bajas y escaso material militar. La portada de ayer por la mañana de The New York Times ilustra perfectamente la

actual postura proucraniana, que se centra en la actuación de Donald Trump y en una imagen de Rusia más cercana a la caricatura que del país se ha hecho durante los últimos años que de sus intenciones reales. “Putin ve a Ucrania a través del prisma del resentimiento por la gloria perdida. Tras la cumbre del viernes, el presidente Putin volvió a insinuar que la guerra se debe al deterioro del estatus de Rusia desde la caída de la Unión Soviética”, sentencia el artículo de portada, pese a que la insistencia de Moscú en estas tres últimas décadas no ha sido el territorio, sino la arquitectura de seguridad europea. También en la comparecencia mediática a la que se refiere el artículo, el centro del argumento de Vladimir Putin fue la cuestión de la seguridad, tanto en forma de garantías para Ucrania como de tener en cuenta los intereses rusos. El Kremlin ha mencionado la expansión de la OTAN a sus fronteras como una amenaza demasiadas veces como para no comprender que ese era el mensaje que Vladimir Putin quiso lanzar el viernes y que lleva repitiendo desde antes de la invasión rusa, cuando exigió a Occidente negociar la paralización de la ampliación de la Alianza hacia sus fronteras y el bloque occidental prefirió arriesgarse a una guerra como la actual que replantearse la idea de las estructuras de la guerra fría como base de la seguridad continental.

“Trump da marcha atrás en su exigencia de alto el fuego en la guerra de Ucrania y se alinea con Putin. La ruptura del presidente Trump con la estrategia acordada con los aliados europeos podría dar ventaja al presidente ruso Vladimir V. Putin mientras continúan las negociaciones para poner fin a los combates”, añade el segundo artículo de la portada del medio neoyorquino. También sin tener en cuenta el contexto, el medio da por hecho que el cambio de postura de Trump, célebre por sus vaivenes, es permanente y, en su giro, prorruso, ha dejado de interesarse por el alto el fuego.

“Trump se pliega al enfoque de Putin sobre Ucrania: sin alto el fuego, plazos ni sanciones. El resultado neto de la cumbre de Alaska fue dar al presidente Vladimir V. Putin de Rusia vía libre para continuar su guerra contra su vecino de forma indefinida sin más sanciones, a la espera de las conversaciones sobre un acuerdo de paz más amplio”, insiste la tercera pieza en importancia de uno de los medios occidentales más relevantes. Grandezas imperiales, debilidad estadounidense y carta blanca para continuar la guerra son las conclusiones que The New York Times ha sacado de la reunión entre las delegaciones rusa y estadounidense en Alaska el pasado viernes. En la misma línea, otra de las grandes rotativas, The Washington Post, indica que “Trump abandona la exigencia de alto el fuego en la guerra de Ucrania, dice a sus aliados que Putin quiere tierra” y añade que “el abandono de la estrategia acordada con los aliados europeos podría dar al presidente Vladimir Putin una ventaja a medida que continúan las conversaciones para terminar la batalla”.

Incluso más catastrofistas son los artículos publicados en otros medios. En El País, Pilar Bonet introduce la cuestión nuclear para lamentarse, sin dar ningún ejemplo más que Ucrania, de que “ahora”, sin tener en cuenta el pasado reciente y ejemplos sangrantes, la seguridad pasa por las armas nucleares. “Tener o no tener armas atómicas. Esa es la cuestión. Rusia las tiene y Ucrania no y por eso Volodymyr Zelensky tendrá que aceptar el “trato” que Vladímir Putin quiera concertar (si es que quiere) para acabar con la guerra, y mejor si lo hace sin que se produzcan muchos más muertos, porque así el presidente norteamericano Donald Trump podrá seguir presentándose como un pacificador”.

Desde Ucrania, las opiniones reflejadas por la prensa son también de derrota. “Antes de la cumbre Trump daba ultimátums a Putin y amenazaba consecuencias. Al final no hubo consecuencias porque Putin no aceptara un alto el fuego. Putin consiguió lo que quería: ganar tiempo y utilizar su ventaja militar sobre Ucrania como herramienta de presión”, se lamentaba Financial Times. “Parece que Trump se ha alineado con Putin y ambos podrían estar comenzando a obligarnos a aceptar un tratado de paz, lo que en realidad significa la capitulación de Ucrania,”, afirmó Oleksandr Merezhko, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Rada ucraniana, abiertamente calificando de derrota estratégica la posibilidad de que esta guerra pueda dar lugar a un tratado vinculante. “La idea general de la cumbre, como nos explicaron Trump y Rubio, era presentar a Putin una demanda de un alto el fuego inmediato. Y si rechaza esta propuesta, habría graves consecuencias para él», añadió Merezhko, que sentenció, «Putin ha rechazado eso al ofrecer en cambio un alto el fuego como tratado de paz, y no vemos de Trump ninguna reacción, y mucho menos consecuencias graves”. La postura ucraniana que los medios quieren trasladar se limita a oficiales de alto rango que, como indica el artículo califican la postura de Trump de “puñalada por la espalda”, terminología utilizada por la extrema derecha alemana tras la Primera Guerra Mundial y que rápidamente derivó en el rampante antisemitismo del nazismo.

Ninguno de esos artículos tiene en cuenta el tipo de proceso de resolución que Trump espera conseguir. Aunque es más sencillo alegar que la renuncia a la exigencia de alto el fuego incondicional a Rusia es un giro de 180 grados, la realidad es, como se demostró a lo largo del día de ayer, mucho más matizada. El aparente compromiso de Donald Trump con buscar un acuerdo final rápido que ponga fin a la guerra y al conflicto tal y como exige Moscú en lugar de la orden de alto el fuego que desea dar la Unión Europea contrasta con la insistencia estadounidense de un encuentro rápido, tan pronto como el 22 de agosto, en el que Vladimir Putin tenga que encontrarse con Volodymyr Zelensky, algo que no desea especialmente.

El siguiente paso en la ofensiva diplomática de la Casa Blanca, cuyas figuras más importantes están realizando una amplia gira mediática para presentar el trabajo diplomático de la administración estadounidense, se va a producir hoy, cuando Donald Trump se reúna a solas con Volodymyr Zelensky. El recuerdo del vejatorio trato recibido por el mandatario ucraniano, la alfombra roja que extendió la semana pasada a Vladimir Putin y el riesgo de que Donald Trump imponga un modelo de resolución -un acuerdo final y vinculante para todas las partes- que se considera una capitulación y que supone una derrota política para la Unión Europea han provocado una movilización de los apoyos continentales de Ucrania, temerosos de la rapidez que están adquiriendo los acontecimientos. Sin posibilidad de criticar a Donald Trump a pesar de su insistencia en romper con el aislamiento de Vladimir Putin que la UE pretende mantener incluso más allá de la guerra, los países europeos tratan de insertarse en la negociación, influir en los términos de lo que está negociándose y proteger a su proxy ucraniano. Teóricamente a petición de Zelensky, aunque parece evidente que se trata de una postura pactada por los países europeos, que hasta ahora se han visto excluidos de la negociación, el presidente ucraniano acudirá a la Casa Blanca escoltado por Úrsula von der Leyen, Emmanuel Macron, Friedrick Merz, Giorgia Meloni, Alexander Stubb y Mark Rutte. El objetivo de la delegación europea, evidentemente del más alto nivel, es evitar que Donald Trump, supuestamente bajo la influencia de Vladimir Putin, vaya a imponer sobre Ucrania unos términos inaceptables que no solo se dicten de facto, sino que se trasladen a algún tipo de tratado que sea vinculante para Kiev y para Bruselas, sin duda el escenario más temido por los aliados continentales de Kiev.

Ante una enorme expectación, el siguiente episodio de este acelerado empuje diplomático se vivirá esta tarde en la Casa Blanca después de que Estados Unidos haya confirmado que dispone de un entendimiento con el Kremlin en las dos cuestiones fundamentales de esta guerra: la cuestión territorial y la de seguridad. “Le diremos a Zelensky que haremos lo que hemos hecho hasta ahora: suministrar armas, apoyarle y asegurar el camino de adhesión a la UE. Ucrania debe decidir por sí misma si quiere seguir en la lucha”, afirmó ayer Radek Sikorski, ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, ofreciendo a Ucrania continuar por la vía actual de suministro de armas, imposición de sanciones contra Rusia y uso de la guerra como única vía aceptable para la resolución de este conflicto. Frente a esa postura de máximos, que espera que, en algún momento de un futuro incierto, Rusia quede debilitada y pueda ser derrotada, la Casa Blanca cree haber logrado un avance relevante.

Pese a la cautela con la que Marco Rubio exige que se tome el actual impulso político, Steve Witkoff, posiblemente el más optimista de los oficiales trumpistas, desveló ayer una parte importante de lo que parece la más reciente oferta estadounidense, supuestamente ya pactada por la parte rusa, que no se ha pronunciado al respecto. A juzgar por las palabras del secretario de Estado, esa propuesta de Washington no apoyaría la exigencia territorial rusa de control de todo Donbass. Sin embargo, ayer Donald Trump reposteó en su red social personal un mensaje en el que se reflejaba la idea rusa de que la guerra no es ganable para Ucrania, para quien dilatar la paz implicará siempre una peor oferta rusa. Esa realidad es incuestionable al comparar la oferta rusa de 2022, que suponía la devolución a Ucrania de todos los territorios más allá de Donbass y Crimea, y la actual, que rechaza cualquier retirada rusa de Jersón y Zaporozhie. A lo largo del día, Zelensky insistió en que Ucrania no aceptará concesiones territoriales. Ucrania no renunciará a Crimea «al igual que después de 2022 los ucranianos no cedieron Kiev, Odesa ni Járkov». Lo hizo incluso después de que Donald Trump publicara en su red social personal que «si quiere, el presidente Zelensky de Ucrania puede acabar la guerra con Rusia de forma prácticamente inmediata, o puede seguir luchando. Recuerden cómo empezó. No se puede recuperar Crimea, entregada por Obama (hace 12 años y sin disparar un tiro) y SIN ENTRADA DE UCRANIA EN LA OTAN».

En ese sentido, la postura estadounidense de estas últimas horas es coherente con lo presentado por Sean Hannity, uno de los periodistas más afines a Donald Trump, en su entrevista del viernes. El conocido publicista de Fox News se refirió a la resolución de la guerra como una suma de pérdida de territorios para Ucrania y unas garantías de seguridad robustas que no sean parte de la OTAN. Para suavizar la caída, Washington ha buscado una tercera vía, que implica, según Steve Witkoff, un compromiso ruso de no agresión contra los países de la OTAN ni Ucrania que sería incluido en la Constitución, algo que Rusia no ha comentado de momento. El hecho de que Ucrania haya resaltado lo histórico de que Washington ofrezca garantías de seguridad es un signo que indica apertura a aceptar esa parte de la propuesta de paz estadounidense. En ese sentido, Steve Witkoff declaró ayer haber llegado “a un acuerdo para que Estados Unidos y otras naciones europeas puedan ofrecer efectivamente un lenguaje similar al del Artículo V para cubrir una garantía de seguridad”. En otras palabras, los países que en 2022 rechazaron ofrecer a Kiev las garantías de seguridad que Ucrania y Rusia negociaban en Estambul y que Moscú sí estaba dispuesta a otorgar a Ucrania, sí estarían dispuestas ahora a hacer lo que consideraron inaceptable cuando pudo evitarse gran parte de la muerte, destrucción y sufrimiento de esta guerra.

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