martes, 26 de septiembre de 2017

El síndrome de Donbass

Hay una expresión que sonará familiar a todo el mundo: la verdad duele. Es perfecta para describir la situación de la dimisión de uno de los principales psiquiatras del Ejército Ucraniano. El miércoles, 20 de septiembre, el ministro de Defensa de Ucrania afirmó que había despedido al jefe del Hospital Militar Clínico, Oleh Druz. En palabras del ministro, el despido responde al poco satisfactorio desempeño de sus funciones, al que seguirá una investigación oficial de sus actividades.

¿Qué ha provocado, de repente, la fulminante jubilación del psiquiatra militar? La ha
provocado lo peor que se puede hacer actualmente en la realidad ucraniana: hablar abierta y honestamente sobre el problema que existe entre las tropas actuales y pasadas del Ejército Ucraniano.

En la mesa redonda del comité parlamentario que trataba el tema de la rehabilitación psicológica de quienes han participado en “ATO” y la reducción del número de suicidios y crímenes cometidos por los soldados, Oleh Druz afirmó que el 93% de los combatientes han sufrido problemas psicológicos de diferentes grados, aunque se avergüenzan de hablar de ello e incluso de pensar en ello. Según el psiquiatra, el 27% de los soldados sufren problemas parciales, mientras que el 20% muestran todos los síntomas que caracterizan el síndrome de estrés postraumático. Curiosamente, el escándalo y posterior dimisión ha sido causado por un esquema que mostraba el grado de distribución de los diferentes problemas psicológicos entre los soldados. Concretamente, se informaba de que, a causa del trauma de la guerra, pueden aparecer enfermedades mentales incluso 13 años después de ser desmovilizados. Así que el esquema tenía como título “el enemigo invisible”.

Fue ese título de “enemigo invisible” el que se consideró completamente inaceptable y una acusación de intenciones antisociales contra el 93% de los veteranos de “ATO” lo que causó el escándalo. Es curioso que un psiquiatra militar haya perdido su puesto de trabajo a causa de la reacción de personas que evidentemente sufren problemas mentales, los mismos problemas que quería solucionar y para lo que buscó la ayuda del Parlamento.

¿Qué es el estrés postraumático y por qué se está convirtiendo en un problema para las compañías ucranianas? Puede que suene algo más familiar a nuestros oídos otro término: el síndrome de Afganistán. Todos aquellos que participan en el combate activo están condenados a sufrir una experiencia traumática. Sin embargo, para muchos militares, las consecuencias pueden ser más o menos pasajeras. Como enseña la experiencia, el tiempo ayuda en este plan: si en las primeras semanas tras la desmovilización o retirada de la zona de combate alrededor del 60% de los soldados experimentan problemas psicológicos, tras seis meses el número se reduce al 30% y al 20% tras un año (algo de lo que también habló en la mesa redonda el psiquiatra ucraniano). Como se suele decir, el tiempo lo cura todo, aunque no para todos. El 20% sufre del síndrome de estrés postraumático.

Esta condición supone que la persona revive, una y otra vez, esa experiencia traumática, por lo que finalmente cae en un estado de depresión, siente vergüenza o culpa, habitualmente aparecen pensamientos de suicidio o episodios de ira incontrolada o agresión. Además, esta condición mantiene al cuerpo en una tensión psicológica tan alta que pronto causa complicaciones como enfermedades cardiovasculares. Para acabar con este estrés, muchos acuden al alcohol o las drogas.

¿Cuál es la situación real con este síndrome entre los militares ucranianos? Asumiendo esa media internacional del 20%, alrededor de 60.000 soldados ya habrían desarrollado o irán a desarrollar en el futuro esta patología. Sin embargo, a finales de 2016, menos de mil de ellos habían recibido ayuda psicológica o habían sido diagnosticados (es decir, alrededor del 2%). El resto, como se suele decir, no han sido diagnosticados y continúan haciéndose daño a sí mismos o a otras personas. La enfermedad afecta habitualmente a soldados jóvenes menores de 30 años.

Los intentos de analizar los casos de suicidio de los veteranos de “ATO” han demostrado que el caso típico de suicidio es un joven que ha caído en el alcohol, sin trabajo y con una familia arruinada y alienado de su ambiente a causa de su comportamiento. A principios del verano de 2017, se habían contabilizado 500 de esos casos, solo entre los soldados desmovilizados. Pero el problema afecta también al personal militar en activo.

Las propias estadísticas de las bajas en la zona “ATO” muestran que gran parte de ellas no son a causa de las acciones del oponente. De los 450 soldados que se admite que han muerto en Ucrania en 2016, 200 murieron a causa de los bombardeos o los enfrentamientos, mientras que los demás murieron por fuego amigo o a causa del suicidio. Pero esas personas no solo se dañan a sí mismos o a sus compañeros. El daño llega a sus familias. Según las estadísticas, ya en 2015, la violencia en las familias de los veteranos de “ATO” fue ocho veces mayor que la media. Y esos datos únicamente contabilizan los casos en los que las víctimas de esa violencia lo han comunicado a las autoridades competentes.

En los últimos años se han revelado los hechos más sorprendentes de estos crímenes: desde asesinatos de familiares a casos de secuestro y violación de los propios hijos. Sin embargo, los crímenes más graves suponen solo una parte del total, que incluye agresiones y humillación a esposas, hijos o incluso a progenitores.

En cuanto a los crímenes cometidos por veteranos de “ATO” fuera de la familia, no hay un dato claro. Especialmente teniendo en cuenta la insistencia de la prensa ucraniana por esconder el hecho de que veteranos de “ATO” o grupos de ellos participan en robos, secuestros, asesinatos o peleas callejeras.

La situación de personas que sufren enfermedades se agrava por el hecho de que las acciones militares en las que participan no son populares en la sociedad. De hecho, gran parte de la sociedad de Ucrania se refiere a quienes participan en la guerra civil o a los combatientes del Ejército Ucraniano con desprecio, o al menos sin entusiasmo. Hay casos conocidos de desprecio a los veteranos por parte de la población, especialmente en zonas rurales. Por ejemplo, en una localidad de la región de Járkov, un miembro de “ATO” de 20 años de edad se suicidó después de que la comunidad le retirara la palabra. No está claro de si ocurrió a causa de su participación en la guerra o por su comportamiento agresivo, pero el resultado fue la muerte.

Se han dado casos similares en una serie de regiones de Ucrania y, aparentemente, también en el oeste de Ucrania, especialmente en regiones de Ivano-Frankivsk, donde gran parte de la población ha hecho lo que ha podido por evitar el reclutamiento. Quienes aún siguen en el ejército vuelven a casa para encontrarse en una situación incómoda. No es casualidad que, en esta región, percibida habitualmente como uno de los feudos militantes del nacionalismo ucraniano, sea el lugar en el que se ha informado de más casos de estrés postraumático.

El cese del psiquiatra militar ha vuelto a demostrar una técnica típica de Ucrania en la guerra: la política y las relaciones públicas lo son todo y los soldados no importan nada. Si en 2014 se escondía el desastre que asolaba al ejército y se contaban sus acciones según las leyes de los programas de televisión, ahora los problemas serios solo salen a la atención pública a causa de la dimisión del hombre que trataba de buscar una solución.

También es significativo que si, en muchos aspectos, el principio de la guerra se debió a que el ejército siguió a la parte de la sociedad que ha perdido el sentido, ahora el cese del psiquiatra se asocia a las quejas de personas que ni siquiera son capaces de comprender un esquema básico y su leyenda.

También hay que decir que el problema del estrés postraumático afecta igualmente a los soldados de los ejércitos de las Repúblicas populares y los voluntarios rusos que han participado en la guerra. También aquí se sentirá esa media del 20% de afectados. Sin embargo, en Donbass hay factores atenuantes. En primer lugar, el número de personas que han pasado por los ejércitos, que evidentemente, es varias veces inferior al número de veteranos en Ucrania. En segundo lugar, hay menos experiencia en derrotas y saqueos y, por último y más importante: en Donbass y en la Federación Rusa las personas que han participado en la batalla cuentan con un mejor tratamiento del que se observa en Ucrania.

Pero tampoco hay que olvidar los varios miles de antiguos miembros de la milicia que, según la experiencia anterior, podrían desarrollar enfermedades mentales y que no podrán superar por sí solos, repitiendo el ejemplo de Ucrania y ocultando esa realidad. Al contrario, requieren la asistencia del Estado y de los especialistas y voluntarios, especialmente el trabajo en términos de preparación junto a sus familias. La experiencia muestra que los problemas graves pueden evitarse fácilmente, aunque para ello es necesaria una actitud comprensiva de la sociedad en la que se integran esos veteranos. Esto es especialmente cierto teniendo en cuenta que no solo hay rusos luchando en Donbass, donde la batalla está localizada y no en fase activa, sino que hay soldados rusos luchando en una batalla de mucha mayor escala en Siria. Y la actual situación mundial no da ninguna garantía de que el número de guerras, y por lo tanto de veteranos que sufren problemas, no vaya a aumentar.

Slavyangrad

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