La ralentización de la economía tiene ya consecuencias directas sobre el empleo, ya no solo porque la creación se ha desacelerado en los últimos meses, sino también porque las empresas, ante el temor de una nueva crisis, han comenzado a hacer ajustes en sus plantillas.
Así, sonados son los ERE en el sector bancario, como los que Banco Santander y Caixabank han iniciado, pero también en la industria de la automoción, que es una de las mayores damnificadas. Grandes empresas de este sector han tenido, tienen o tendrán algún ERE, como la planta de Ford en Valencia, la de Nissan en Barcelona o Iveco en Madrid y Valladolid. Esto ha disparado un 40 por ciento el número de trabajadores afectados por un ERE en los siete primeros meses del año y son ya cerca de 45.000, el mayor alza desde 2012.
El método elegido por la mayor parte de empresas fue el de las suspensiones temporales en los contratos, que se incrementaron un 74 por ciento respecto al mismo periodo del año
pasado y afectaron a tres terceras partes de los trabajadores, un procedimiento habitual en las empresas de la automoción cuando desciende la producción. Pero prácticamente uno de cada tres trabajadores afectados por un ERE (un total de 14.500) fue víctima de un despido colectivo, un 12,8 por ciento más. El 3 por ciento restante vio reducida su jornada laboral, lo que supone una caída del 46,7 por ciento.
La industria se sitúa a la cabeza de las regulaciones de empleo puestas en marcha en lo que va de año, hasta el punto de que concentró el 63 por ciento de los procesos, la mayor parte con suspensiones de jornada (el doble que un año atrás) en empresas dedicadas a la fabricación de vehículos. Le sigue el sector servicios, con 14.699 personas afectadas, la construcción, con 1.350, y el sector agrario, con 467. Por comunidades autónomas, Valencia está la primera en el ránking, consecuencia de los más de 6.000 trabajadores de Ford afectados por un ERE.
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