Desde hace semanas, preocupa la posibilidad de la expansión de la pandemia de coronavirus a los territorios de Donetsk y Lugansk, cuya sanidad, que sufre carencias a causa del estado de guerra en el que vive la zona desde hace seis años, podría verse sobrepasada y convertirse en un grave problema más para una población ya golpeada por los efectos materiales y económicos del conflicto. Por el momento, las consecuencias sanitarias de la pandemia no se han producido en las Repúblicas Populares de Donbass, que apenas han detectado unos primeros casos positivos.
Sin embargo, la zona comienza ya a temer las consecuencias económicas de la situación tanto en Ucrania como en Rusia, donde sí se ha extendido la pandemia, obligando a sus autoridades a cuarentenas obligatorias y cierres de fronteras. Con una economía extremadamente débil y una gran dependencia del acceso a la frontera rusa (especialmente a causa del bloqueo comercial que impuso Ucrania en 2017) para exportaciones y adquisición de bienes, la incertidumbre aumenta en esta región y afecta su población, ya de por sí duramente castigada por los efectos de la economía de guerra en vigor desde que comenzara el conflicto en el año 2014.
Con la aparición de los dos primeros casos de coronavirus (dos en Donetsk y uno en Lugansk), en las Repúblicas Populares comienzan a tomarse gradualmente pasos hacia la cuarentena. Se han cerrado ya las bibliotecas y museos. Sin embargo, los trabajadores aún siguen acudiendo a los puestos de trabajo. Los estudiantes estudiarán a distancia hasta, al menos, el 12 de abril y el cierre del curso escolar se ha retrasado hasta el 1 de julio.
Los profesores, como los bibliotecarios, son considerados “inmortales”, así que aún acuden a las clases vacías. La comunicación entre la RPD y la RPL se ha limitado únicamente al transporte de carga y a un punto de paso. En la RPL se han cerrado todos los bares y restaurantes y todas las tiendas y mercados de productos industriales. Únicamente pueden abrir las tiendas que vendan productos básicos. La entrada a todos los lugares públicos está permitida solo con mascarilla y con no más de diez personas a la vez.
Las Repúblicas caminan hacia la introducción de la cuarentena total, pero, por el momento, ni Donetsk ni Lugansk han presentado ningún paquete para apoyar al empleo, que ya está sufriendo pérdidas significativas. Desde que se cerró la frontera con Ucrania y Rusia impuso catorce días de cuarentena [ahora ampliado a todo el mes de abril], el transporte se ha hecho prácticamente imposible. El transporte de carga con el “continente” sigue abierto, aunque se da prioridad absoluta al suministro de alimentos y medicinas. Muchas empresas dependen en gran medida de la posibilidad de cruzar la frontera. Las remesas y exportaciones, tanto de bienes como de servicios, hacen que el cierre de la frontera sea una sentencia.
A medida que se apliquen medidas más severas, las pequeñas y medianas empresas (que apenas pueden sobrevivir en las condiciones normales) sufrirán duras pérdidas y, tras la eliminación de las restricciones de la cuarentena, no todas podrán volver a abrir. Es posible que, cuando acabe esta locura del coronavirus, el nivel de empleo registrado haya vuelto a niveles de 2015 y los negocios vuelvan a la sombra. El comercio se realizará a través de internet o en mercados clandestinos y las peluquerías o barberías trabajarán en casa, intercambiando el dinero en los pasillos.
Ahora mismo, la principal tarea del Gobierno y especialmente de los oficiales del Ministerio de Tasas e Impuestos no es solo mantener a raya al comercio, que intenta inflar los precios y especular aprovechando el miedo de la población, sino desarrollar medidas para ayudar a la economía en este difícil periodo. Si no, pocos podrán volver a trabajar. Pocas empresas tienen un colchón con el que aguantar.
La Fiscalía y las autoridades reguladoras continúan multando a quienes incumplen y recaudan nuevas multas por las infracciones de las normas de cuarentena y otras normas, algunas de las cuales ahora mismo parecen ridículas. Se debería permitir, por ejemplo, que el dueño de un café ahora cerrado deje de pagar el alquiler o pasar por alto infracciones sin importancia sin dar parte a las autoridades.
Puede que los empresarios se recuperen de esta, pero, cuando más adelante entre el pánico en las redes sociales de Donbass, las administraciones de la RPD y la RPL (y, por supuesto, el presidente ruso, que no puede faltar) recibirán docenas de peticiones y apelaciones. Entonces se habrá perdido mucho tiempo y no quedará más que hacer algún gesto que llegará demasiado tarde.
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