domingo, 9 de febrero de 2020

Fracaso de Daesh obliga a EEUU a rediseñar Asia Occidental

EE.UU. reaviva su complot estratégico de rediseñar y reestructurar Asia Occidental para tratar de compensar su fracasado apoyo a grupos terroristas en la región.

Con el ocaso de los grupos terroristas en el oeste de Asia, como el EIIL (Daesh, en árabe) y otros, a Estados Unidos no le ha quedado más remedio que volver a plantearse la puesta en marcha de enfoques de naturaleza destructiva para rediseñar y reestructurar a su antojo esta región de gran importancia estratégica, con su proyecto identificado como el “Nuevo Oriente Medio”.

El “Nuevo Oriente Medio” fue presentado al mundo en junio de 2006 en Tel Aviv por la entonces secretaria de Estado de EE.UU. Condoleezza Rice, en sustitución del proyecto más antiguo e imponente, el “Gran Oriente Medio”, que abarcaba una mayor región, desde el Asía central hasta el noroeste de África.  


Este cambio en la fraseología de la política exterior de EE.UU., propuesta por la Administración de George W. Bush, se concibió a partir de las posiciones del sector neoconservador del Partido Republicano en busca de imponer la ideología política, nacida en la década de los 60, marcada principalmente por la imposición del dominio monetario, militar y económico de un país, al cual se le impone “el liberalismo, la democracia y los derechos humanos”, para luego influir en otras naciones cercanas.

Para los republicanos más neoconservadores con una amplia y estrecha relación con los lobbies sionistas estadounidenses, ya no era factible el viejo plan imperialista de los británicos y franceses consistente en la repartición de la región, levantada sobre las ruinas del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial; es decir, el actual “Oriente Medio” o mejor dicho, Asia Occidental. 

A nadie le extrañó que esta nueva propuesta de EE.UU., presentada de 2003, llevara el sello inequívoco de la aspiración sionista de apoderarse de los territorios ajenos que tanto anhela por siglos de siglos, que no es otra tierra que la de Palestina. Una pretensión que los israelíes desde hace más de ocho décadas, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, han intentado imponer sobre los palestinos, al expoliarles sus tierras por medio de una fuerza represiva sistemática y de una ayuda incondicional de los movimientos sionistas del Reino Unido y Estados Unidos.

Así pues, el anuncio del plan del “Nuevo Oriente Medio” fue una confirmación de una “hoja de ruta militar” anglo-estadounidense-israelí en Asia occidental. Este proyecto, que consta de varias etapas de planificación a lo largo de muchos años, busca crear un arco de inestabilidad, caos y violencia que se extiende desde El Líbano, Palestina, Siria, Irak y hasta el Golfo Pérsico e Irán para finalizar en Afganistán; es de recordar la invasión de este último país por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 2001.

La iniciativa tenía puesta su expectativa en que El Líbano sería el punto de partida de presión para realinear todo el oeste de Asia y desatar así las fuerzas del “caos constructivo”. De hecho, este planteamiento del “caos constructivo”, que genera condiciones de violencia, inestabilidad y guerra en toda la región, a su vez, se utilizaría para que Estados Unidos, el Reino Unido y el régimen de Israel pudieran volver a trazar el mapa de esta región, conforme a sus necesidades y objetivos geoestratégicos.

El siguiente punto de este maquiavélico plan hegemónico señalaba a Irak, invadido y ocupado desde 2003 por las fuerzas británicas y estadounidenses, luego de que derrocaran al régimen de Saddam Husein, con el pretexto de llevar la “democracia” a esta nación, y, en concreto, la región autónoma del Kurdistán iraquí, como el terreno idóneo para preparar la balcanización, o sea, la división del país árabe en tres partes encubiertas detrás de la supuesta federalización del pueblo iraquí.

Los occidentales, encabezados por los estadounidenses y británicos para llevar a buen puerto sus funestos planes de rediseño de la zona y, de este modo, no solo satisfacer las demandas expansionistas de los sionistas, sino también de paso apoderarse de los vastos recursos naturales de la zona, han estado obstruyendo deliberadamente cualquier movimiento democrático que surgiera en la región.  

La “democracia” al estilo occidental ha sido un requisito solo para aquellos Estados del oeste de Asia que no están en punto de mira de las políticas hegemónicas de Washington en un principio. En este caso, Arabia Saudí, Egipto y Jordania son ejemplos de estos Estados no democráticos con los que Estados Unidos no tiene problemas porque están firmemente alineados dentro de la órbita o esfera angloamericana.

Empero, Estados Unidos ha bloqueado o desplazado deliberadamente a los movimientos democráticos genuinos en Asia Occidental, como es el caso de Irán, donde la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. organizó en 1953 un golpe de Estado, con patrocinio del Reino Unido, contra el Gobierno democrático del primer ministro Mohamad Mossadeq, quien había nacionalizado la industria petrolera del país años antes cortando las manos de los británicos del usufructo de este recurso nacional.

Volviéndonos al caso de Irak, parece que para los autores del nefasto documento, un pueblo iraquí dividido y balcanizado sería el mejor medio de lograr remodelar a su gusto el oeste de Asia.

A su vez, y para materializar su destructivo plan, los medios de comunicación occidentales han estado alimentando diariamente desde hace más de quince años, nociones incorrectas y sesgadas de que las poblaciones que conforman a Irak no pueden coexistir, y que el conflicto en sí no se trata de una lucha contra la ocupación de las fuerzas occidentales, sino de una operación contra el terrorismo de Daesh, así como los enfrentamientos sectarios internos entre chiíes, suníes y kurdos.

Los intentos imperialistas de crear intencionalmente rivalidades entre los diferentes grupos etnoculturales y religiosos del oeste de Asia han sido sistemáticos. De hecho, son parte de una agenda de inteligencia cuidadosamente diseñada por ellos. De allí que la creación y el apoyo prestados a los grupos terroristas sea una más de esta agenda oscura para la zona.

Como otro ejemplo de estas maquinaciones se puede mencionar a Siria, cuya población lleva sufriendo desde 2011 un encarnecido conflicto que ha provocado la destrucción de una gran parte de las infraestructuras del país, la muerte de miles de sirios y un masivo desplazamiento de su gente a otras regiones.

Y todo este sufrimiento causado a los pueblos de la región motivado, únicamente, para satisfacer las ansias del dominio sionista sobre los territorios palestinos y control sobre los recursos naturales no tiene vista de finalizarse, por mucho que la comunidad internacional manifiesta su objeción a estas pretensiones imperialistas que suenan más a aspiraciones rancias de naturaleza hegemónica sobre otros pueblos más típica de otras épocas que la actual era.    

Aún más siniestro es el hecho de que algunos países de Asia Occidental, como es el caso de Arabia Saudí, se prestan a brindar su ayuda a los planes de EE.UU. de fomentar las divisiones entre las naciones de la zona con el objetivo final de debilitar la Resistencia contra la ocupación extranjera a través de la “estrategia de divide y vencerás”, que sirve a los intereses angloamericanos e israelíes en la región en general.

Ahora bien, los estadounidenses viendo que su creación diabólica del EIIL está llegando a su ocaso en Irak y Siria, haciendo peligrar su pretexto para la ocupación de estos dos países, ha urdido la “brillante” idea de crear una zona exclusivamente habitada por la comunidad suní de ambas naciones que estaría ubicada en los terrenos del oeste iraquí y el este sirio.

Este “nuevo boceto”, rediseñado para región y pretendido por Washington “concibe” para Siria un destino similar al que los iraquíes han estado viviendo contra su voluntad.

No hace falta decir que esta conspiración estadounidense se quedará en papel mojado por la importante resistencia que presentarán estos pueblos por no aceptar que otros intervengan y escriban su futuro, una entereza similar mostrada por los pueblos soberanos de Irán y Palestina, entre otros tantos. 

krd/ctl/msf

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