El ejército sirio está logrando importantes victorias en Idlib, pero la lucha está lejos de haber terminado. Si acaba aplastando a los turcos en Idlib, el gobierno de Damasco deberá seguir luego con los estadounidenses en las regiones orientales.
Hoy la situación es quizás más compleja de manejar políticamente que hace nueve años, cuando la guerra tomó forma. Entonces los enemigos de Siria combinaron sus esfuerzos. La versión wahabí de los yihadistas, encabezada por Arabia saudí, se alió con la versión de la Hermandad Musulmana, encabezada por Turquía y financiada por Qatar. Además, estaba la OTAN, Israel y las milicias falangistas libanesas.
No lograron sus objetivos y algunos de los ejércitos que crearon, como el Jaysh Al-Islam, dirigido por el antiguo oficial del ejército sirio, Zahran Allush, han sido completamente
liquidados. Allush murió en un ataque del ejército sirio en diciembre de 2015. Pero entre los derrotados también se encuentran conspiradores como el Príncipe Bandar Bin Sultan, el mayor arquitecto del ataque contra Siria.
La marea comenzó a cambiar a favor de Siria después de que el ejército regular triunfara en la Batalla de Qusayr, a mediados de 2013, que impidió que los yihadistas conectaran la provincia de Damasco con sus líneas de suministro procedentes del norte. Sin esa victoria, es difícil que Siria hubiera obtenido el apoyo de Rusia. Tuvieron que demostrar combatividad, resolución, determinación y respeto por sí mismos.
La fragmentación de los enemigos de Siria comenzó a tomar forma antes de la intervención rusa en la guerra. La primera y mayor decepción para los saudíes fue la negativa de Estados Unidos a arrasar Damasco después de que el Príncipe Bandar orquestara el ataque químico de falsa bandera contra la Guta en septiembre de 2013. Bandar fracasó y sus intentos de chantajear a Putin amenazando con desatar a sus islamistas en Chechenia también fracasaron.
A partir de ese momento, el papel de Arabia saudí en la guerra se redujo y terminó con la muerte de Allush. Al mismo tiempo las fisuras aparecieron dentro del bloque agresor. Mientras Qatar se aliaba con Turquía, en 2017 estallaban las tensiones entre Qatar y Arabia saudí.
Al principio de la guerra Erdogan estaba decidido a rezar en la mezquita omeya de Damasco, pero ahora tiene que seguir él solito; Qatar sólo pone el dinero. Después de que en noviembre de 2015 derribara el caza Su-24, su relación con Rusia llegó a un punto crítico. Pero las tornas se volvieron contra Ankara en cuanto Estados Unidos levantó la mano. Llegó el Golpe de Estado y Erdogan tuvo que llegar a una batería de acuerdos con Moscú.
Uno de ellos, el de Sochi, concernía a la Guerra de Siria (1).
Pero en Washington volvieron a levantar la mano y Erdogan no ha podido mantener una vela encendida en la OTAN y otra en Moscú. Sus declaraciones, por ejemplo en apoyo a Palestina, son pura palabrería.
Siria ha decidido actuar en Idlib y Rusia ya no espera que Erdogan cumpla los acuerdos que firmó en Sochi. El bombardeo sirio de las tropas turcas en Saraqeb mató a 6 soldados turcos, más que suficiente para que Erdogan declarara una guerra abierta entre ambos países y, de rebote, contra Rusia. No ha sido así.
El bombardeo sirio de las posiciones turcas marca el fin de la paciencia sirio-rusa con la falta de compromiso de Erdogan con el acuerdo de Sochi (2). Las ambigüedades se han terminado.
Turquía ha vuelto al lugar en el que siempre estuvo, con la diferencia de que ahora es un país aislado, quizá más que nunca.
(1) https://thedefensepost.com/2019/10/22/russia-turkey-syria-mou/
(2) https://www.raialyoum.com/index.php/ماذا-يعني-القصف-السوري-لقوات-تركية-في-س/
https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com/2020/02/turquia-ha-vuelto-al-lugar-en-el-que.html
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