Los salarios y las pensiones de la República Popular de Donetsk deben estar, para 2022, a un nivel similar a los de la región de Rostov. Así lo prometió el líder de la RPD, Denis Pushilin. “El Gobierno ha dado la orden de crear las condiciones para un aumento progresivo de los indicadores económicos para llevar a la República Popular de Donetsk a los niveles de pensiones, salarios de empleados públicos y funcionarios al nivel de la región rusa de Rostov”; afirmó la web oficial del Gobierno.
El mensaje afirma también que el aumento se producirá en tres etapas: enero y junio de 2021 y enero de 2022. En cada una de esas etapas, las pensiones aumentarían un 20% y los
salarios de empleados públicos un 28%. ¿Suena a fantasía? Por supuesto, se puede percibir como una declaración populista destinada a recuperar la confianza pública en las autoridades, algo que, para ser sinceros, ha caído en los últimos seis años de guerra a raíz del declive económico y la bajada de la calidad de vida. Si en los primeros años aún se creía en una inminente resolución del conflicto o reactivación de la “primavera rusa”, en los últimos años se ha hecho más difícil explicar a la población cuándo van a empezar a vivir mejor. En este contexto, es difícil resistirse al populismo.
Sí, las condiciones de vida de los residentes de Donbass han descendido gravemente en comparación con el periodo anterior a la guerra, algo que es natural. Pero todo es relativo. También ha caído en Ucrania, en pueblos y ciudades donde no ha habido guerra y cuyo estatus de Estado reconocido debería permitir crecer a su economía, incluso en condiciones de ruptura de relaciones con Rusia. Esto último es simplemente un tiro en el pie, algo que ocurre solo por culpa de Kiev.
Cuando hace un par de años unos amigos de Donbass me dijeron que mucha gente de los territorios controlados por Kiev iba a las Repúblicas no solo por las pensiones y prestaciones sociales sino también por asistencia médica y comercio, apenas pude creerlo. Parecía más creíble la cuestión de la sanidad, Ucrania nunca se ha presentado como un Estado social, como dice sobre Donbass, población que Kiev no considera suya. Pero por el comercio… Era verdad, aunque muchos en Moscú siguen sin creerlo.
Y hay pruebas. El bloguero ucraniano Vladimir Zodkin ha comparado los precios de los productos alimenticios en tiendas de Donetsk y de Kiev y ha llegado a la conclusión de que en la RPD la comida es más barata y, en algunos casos, significativamente más barata. Y eso pese al hecho de que en Kiev no hay un bloqueo de guerra, mientras que en Donetsk prácticamente han desaparecido los productos ucranianos, que han sido sustituidos por productos rusos, a priori más caros.
Por no hablar de los precios de los servicios comunales, que en la República no han aumentado desde 2014, mientras que en Ucrania crecen a velocidad cósmica.
Y sí, las pensiones. “La pensión mínima de una persona en la RPD supera a la de Ucrania”, escribió en un artículo sobre el tema el diario Strana.ua. Los autores del artículo explican al detalle y sin adornos a los lectores ucranianos lo que está ocurriendo con los separ. En los últimos seis meses, las pensiones de la RPD han aumentado un 45%, con lo que este mes han llegado a niveles comparables a los de Ucrania. En Año Nuevo, las pensiones de Donetsk aumentaron un 20%. Eso supone que la pensión mínima es de 4800 rublos, aunque la mayoría cobra más. Las fuentes de Strana afirman que, incluso antes del aumento de enero, las pensiones rondaban los 4600-5000 rublos y a diciembre de 2019, el salario mínimo eran 4000 rublos. Traducido a la moneda ucraniana, 4800 rublos ascienden a 1870 grivnas, lo que está por encima de la pensión mínima de Ucrania: 1638 grivnas al principio de año y 1769 al final. Para 2020, la pensión mínima de la RPD debería llegar a los 8294 rublos. Strana insiste en que los “separatistas” han anunciado también un aumento del 26% de los salarios de los empleados públicos.
Evidentemente, la publicación ucraniana no puede pasar por alto los aspectos negativos. Por ejemplo, se ha anunciado también un aumento del precio del transporte público [de 3 a 6 rublos, de cinco a diez céntimos de dólar-Ed]. Es una pena, pero no es ilógico: los ingresos de la población aumentan, lo hacen también los precios.
Strana afirma también que las autoridades de la RPD han comenzado a aumentar las inspecciones a los ciudadanos que no tengan pasaportes de la República y los vehículos con matrículas ucranianas, algo que, según los autores, podría crear problemas en el futuro para obtener las deseadas pensiones y prestaciones sociales o un trabajo y una vida normal. Sin embargo, esta parece una medida razonable. Los pasaportes de la República son un signo de lealtad. Si antes de que los pasaportes de la República fueran un paso previo al pasaporte ruso se podía achacar a vagancia, ahora parece sospechoso. Algún control sobre esa “vagancia” puede parecer negativo, pero hay que recordar que hay una guerra y que parte de la población vive con pasaportes y matrículas del país que causó esa guerra.
Está claro que todo esto es necesario para reforzar la naturaleza estatal de la República, que no puede existir sin sus propios símbolos sino enfatizando que es una República, no “ciertas zonas de la región de Donetsk”. ¿Pero qué pasa con los acuerdos de Minsk, según los cuales no hay repúblicas sino ciertas zonas de Ucrania? ¿Acaso no es Ucrania quien echa el freno y hace todo lo posible por destruir incluso las posibilidades hipotéticas de su retorno?
Esas posibilidades fueron destruidas por la guerra y han sido destruidas para varias generaciones. El bloqueo organizado por Kiev consiguió que la grivna fuera sustituida por el rublo, forzó a las Repúblicas a utilizar la moneda rusa y después les obligó a nacionalizar las propiedades de los oligarcas ucranianos. Ucrania después hizo desaparecer los productos ucranianos. De hecho, no queda apenas nada ucraniano aquí, e incluso se habla de eliminar el estatus de lengua del Estado al ucraniano en una medida que no es de odio sino puramente práctica: el ucraniano es inútil en Donbass y apenas se usa. En un par de años, solo recordará a Ucrania la estatua de Shevchenko, a la que nadie ataca, al contrario que en Ucrania, donde la nueva historia intenta ocultar la vieja.
¿Y qué pasa con Rusia? ¿Es uno de los garantes de los acuerdos de Minsk, es decir, de la vuelta de Donbass a Ucrania. ¿Tiene que hacer Rusia lo que Ucrania rechaza hacer? ¿Cómo, si no, se explican los actos de Kiev, a los que Moscú ha tenido que responder de forma apropiada? Ahora Ucrania llora diciendo que Rusia distribuye ilegalmente pasaportes rusos en Donbass. ¿Quién ha provocado estas medidas para proteger a la población, privada de derechos civiles básicos? También acusan a Rusia de distribuir ilegalmente ayuda humanitaria. ¿Teníamos que dejar que la gente se muriera de hambre?
Strana afirma también que en Moscú se ven cada vez menos posibilidades de reintegración de la región en Ucrania, por lo que es posible que se haya decidido invertir en “programas sociales” para mostrar los beneficios de vivir en las Repúblicas. Habría que estar ciego para no ver estas oportunidades frente a los actos de Kiev.
Por cierto, ¿por qué no mostrar los beneficios de vivir en las Repúblicas? Tanto que otras zonas de Ucrania, ante el descenso de calidad de vida en Ucrania, puedan exigir ser parte de ellas. Hay que recordar que, antes de la guerra, Donbass aportaba a Ucrania un cuarto de su producto interior bruto. Es una región rica en tecnología y capaz de ser autosuficiente, de atraer inversores y transformarse de receptor a donante.
Si se quisiera, sería relativamente sencillo equiparar los estándares de vida a los de las regiones rusas. De hecho, actualmente las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk no son “repúblicas no reconocidas” sino “regiones no reconocidas de Rusia” cuya entrada en la Federación Rusa podría dar en el futuro muchos beneficios. Ya existen las rutas de transporte (imaginen qué sería del transporte a la región de Rostov si el Ejército Ucraniano y los batallones voluntarios tomaran las frontera). Sería un serio aumento de población para Rusia (cuatro millones de personas de habla rusa), lo que haría aumentar el mercado interno, la fuerza de trabajo y moderaría el declive demográfico.
Evaluemos los hechos.
Hace tiempo que el dinero y los productos allí son rusos. La legislación se ha sincronizado con la legislación rusa. Pronto, los pasaportes serán todos rusos. Solo habría que retirar los puestos de frontera y enmendar la Constitución rusa, como se hizo con Crimea. Es más, la experiencia de Crimea muestra que se puede hacer rápidamente. En el momento en que Crimea se unió a Rusia, el dinero y los productos aún eran ucranianos, al igual que los pasaportes de la población. Donbass no necesitaría tiempo de adaptación. Puede convertirse en Rusia en las pocas horas necesarias para desmantelar los puestos de frontera y cambiar las banderas en las instituciones.
Por cierto, la bandera rusa lleva seis años ondeando junto al edificio del Gobierno de la RPD al lado de la bandera de la República.
Slavyangrad
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