¿Por qué la burguesía glorifica a figuras como Mujica?
La pequeña, mediana y gran burguesía internacional —y sus aparatos ideológicos— tienen un interés claro en mitificar a dirigentes que, tras una juventud rebelde, se integran al sistema:
Cooptación del símbolo revolucionario: Al ensalzar a Mujica, se desactiva el potencial subversivo de su pasado guerrillero. Su imagen de "humildad" y "austeridad" es vaciada de contenido político y convertida en una mercancía cultural inofensiva, útil para lavar la cara de un sistema explotador.
Promoción de una "izquierda domesticada" Mujica representa la narrativa de que es posible "humanizar" el capitalismo sin cuestionar sus bases. Su retórica crítica pero funcional al status quo (ejemplo: su gobierno mantuvo el modelo agroexportador y financiero uruguayo) sirve para legitimar la idea de que no hay alternativas fuera del reformismo.Fragmentación de los movimientos revolucionarios: Al elevar a figuras ambiguas, se fomenta la confusión ideológica. Si un exguerrillero pacta con el capital, ¿por qué no hacerlo todos? Esto debilita la claridad programática y diluye la lucha de clases en un moralismo individualista.
La falacia de la "unidad de la izquierda": un caballo de Troya contrarrevolucionario
El discurso de la "unidad de la izquierda" —esgrimido para justificar alianzas con sectores reformistas o abiertamente contrarrevolucionarios— es una trampa semántica. No existe unidad posible entre quienes defienden la soberanía popular y quienes negocian con el imperialismo; entre quienes luchan por el socialismo y quienes administran el capitalismo "con rostro humano".
La unidad no es un fetiche, es una estrategia de clase: La verdadera unidad revolucionaria se construye en torno a principios irreductibles: lucha contra el imperialismo, defensa de la soberanía nacional, y proyecto de transformación anticapitalista. Aliarse con quienes han claudicado en estos puntos (como Mujica al criticar a Venezuela o alinearse con sectores pro-EE.UU.) no es unidad, es capitulación.
El reformismo como enemigo interno: Las "unidades" impuestas desde arriba, que incluyen a ONGs liberales, socialdemócratas y exrevolucionarios arrepentidos, solo sirven para desarmar políticamente a las masas. Son el vehículo para imponer agendas de conciliación de clases, como se vio en gobiernos "progresistas" que priorizaron la estabilidad macroeconómica sobre la justicia social.
¿Unidad de revolucionarios o derrota estratégica?
La historia demuestra que las revoluciones triunfantes (Cuba, Vietnam, China) se basaron en la cohesión ideológica y la ruptura con el reformismo. Por el contrario, los proyectos que abrazaron alianzas espurias (como el Frente Amplio uruguayo o el PT brasileño) terminaron gestionando crisis capitalistas y reprimiendo demandas populares.
La soberanía y el antiimperialismo como ejes: Cualquier frente de lucha debe partir de la defensa irrestricta de la autodeterminación de los pueblos y la denuncia activa del imperialismo. Quienes, como Mujica, cuestionan estos pilares (por acción u omisión), no pueden ser compañeros de ruta.
La ética revolucionaria no es individual, es colectiva: La admiración burguesa por el "estilo de vida sencillo" de Mujica es un fetiche que oculta lo esencial: su praxis política fue funcional al capital. Los revolucionarios no juzgamos a los dirigentes por su ascetismo personal, sino por su línea de masas.
Por una unidad combativa, no complaciente
Glorificar a figuras titubeantes no es un error ingenuo: es un mecanismo de la lucha de clases desde arriba. Los revolucionarios no tememos hacer balances críticos, aunque duelan. La verdadera unidad no se negocia en salones parlamentarios ni en artículos de prensa liberal; se forja en las calles, en la defensa de los intereses populares, y en la lucha por un proyecto que no tema nombrarse socialista.
La muerte de Mujica no es una celebración, pero su legado político sí debe ser cuestionado. El futuro no está en los altares de los arrepentidos, sino en la organización de quienes no transan.
La burguesía teme a los revolucionarios coherentes, no a los rebeldes domesticados. Nuestra tarea es desenmascarar sus mitos y construir, sin ambigüedades, la unidad de quienes no tienen más bandera que la emancipación de la humanidad.
Editorial
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