El cuarto aniversario de la masacre de Odessa ha transcurrido entre la indiferencia de la élite política -que desde el primer día optó por ignorar las exigencias de justicia de las víctimas y sus familiares-, la férrea seguridad y el desprecio de los nacionalistas, que ven en aquel 2 de mayo de 2014 una victoria para su causa. Aquel día, tras una serie de enfrentamientos en el centro de la ciudad, casi medio centenar de activistas anti-´Maidan, partidarios de la federalización del país y simples residentes en la ciudad que rechazaban el golpe de Estado que había triunfado en Kiev fueron asesinados en el incendio provocado en la Casa de los Sindicatos, en el campo de Kulikovo, donde habían establecido su campamento.
Como en años anteriores, la población de la ciudad -que pese a los intentos tanto del Gobierno como de las organizaciones de extrema derecha sigue sin ser nacionalista- ha vuelto a mostrar su apoyo a las víctimas y, pese a los detectores de metales y registros que se habían colocado en el perímetro de Kulikovo, se ha acercado hasta el lugar a rendir su homenaje. Sin posibilidad de acceder al recinto en grandes grupos, los nacionalistas se han conformado con hacerse ver e impedir que los familiares de las víctimas pudieran realizar el homenaje sin ninguna interrupción. En su habitual estilo, Serhiy Sternenko, exlíder del Praviy Sektor en Odessa, ha tratado de increpar a los presentes.
Grupos nacionalistas han hecho volar también una bandera roja y negra, símbolo de UPA y actualmente utilizada por grupos como el Praviy Sektor, utilizando un drone, que ha sobrevolado Kulikovo. Aunque su presencia no ha impedido el acto, sí se trata de un acto simbólico que recuerda la pelea por la valla que rodea la Casa de los Sindicatos. Inicialmente gris, fue pintada de negro en señal de luto, a lo que los nacionalistas respondieron pintando de rojo la parte superior, dejando así la bandera de sus héroes. La respuesta llegó también con pintura, con la que los activistas de Kulikovo quisieron recordar que esa bandera era el símbolo de quienes atacaron a la población allí.
El único incidente grave registrado a lo largo de la jornada fue una agresión, por la cual fue detenido el líder del grupo radical “Frente Callejero”, que hace unos días realizó unas declaraciones en las que culpaba a las víctimas de sus propias muertes y afirmaba que no consideraba odessitas -no quedaba claro si los consideraba siquiera personas- a quienes murieron en la Casa de los Sindicatos.
Cuatro años después de la tragedia y sin que nunca se haya producido una investigación en busca de los agresores, las víctimas siguen exigiendo justicia, aunque a medida que pasa el tiempo, la esperanza de que se produzca en un futuro próximo desaparece.
Cuatro años sin justicia
Artículo Original: Alexey Albu (superviviente de la masacre de Odessa y diputado municipal en aquel momento)
En los cuatro años que han pasado desde la masacre de antifascistas en Odessa, ha sido posible recrear, prácticamente al detalle, los hechos que allí ocurrieron. Se ha recopilado una enorme cantidad de fotografías y material audiovisual además de los testimonios de los testigos.
Se ha podido establecer la identidad de quienes sancionaron la masacre del 2 de mayo, quienes realizaron las gestiones para que los militantes llegaran a Odessa [bajo la tapadera del partido de fútbol que ese día celebraba el equipo local contra el Metalist de Járkov-Ed], para que tuvieran alojamiento, comida y una paga. Se ha conseguido saber quién coordinó los grupos de atacantes, quién dio la orden de que sus fuerzas se dirigieran al campo de Kulikovo.
Se conocen también las identidades de quienes dispararon contra personas desarmadas y apalearon hasta la muerte a aquellos que consiguieron saltar por las ventanas de la Casa de los Sindicatos en llamas.
Sin embargo, pese a la existencia de estos materiales, los asesinos siguen sueltos, respiran el aire puro de la ciudad costera. Mientras tanto, defensores de Odessa se encuentran en la cárcel por cargos fabricados. La impunidad de los asesinos continúa con la persecución de los familiares de las víctimas, exigiendo que sean despedidos de sus trabajos y ejerciendo presión moral y acoso.
En estos momentos, en las filas de los neonazis hay una fractura que no existía hace cuatro años.
Nosotros, activistas de Unión Borotba, afirmamos que ninguno de los asesinos escapará sin castigo. Declaramos que recordamos a cada uno de los defensores de Odessa asesinados ese día y que no tenemos intención de olvidarles.
Han sido cuatro años de lavado de cerebro, de intentar imponer a nuestros niños valores ideológicos ajenos, cuatro años de destruir la ciudad con símbolos nacionalistas. Y, pese a todo, la ciudad ha sobrevivido. Odessa no se ha rendido. Odessa no ha abrazado las ideas nacionalistas.
La tarea de cada habitante de Odessa es hacer saber a los Nazis que no son bienvenidos, ignorarles, no servirles en taxis y cafés, mostrar su desprecio. Al fin y al cabo, en estos momentos no tenemos fuerza para acabar con ellos, pero quién sabe qué pasará en el futuro.
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