miércoles, 6 de junio de 2018

Leña al fuego de la maldad

Por María Victoria Valdés Rodda.- Al  trasladar su embajada hacia Jerusalén, Donald Trump le ha dado carta blanca al Gobierno sionista para recrudecer su postura hacia el pueblo palestino.

Circulaba por el mundo en los últimos días, la noticia acerca del asesinato a sangre fría de una joven que caminaba tranquilamente en horas de la tarde-noche por una de las calles de Gaza, cuando fue abatida con munición real y sin previo aviso. El acontecimiento fue filmado por un transeúnte, que lo divulgó por las redes sociales. Muchos se preguntan cuál fue el delito cometido por la muchacha para que el Ejército israelí haya reaccionado de esa manera, y solo hay una respuesta posible: ser palestina.

Este es un ejemplo sencillo acerca de la filosofía racista, aupada por Donald Trump, quien ha pasado de las amenazas a la concreción. De los planes al abierto cinismo. Hace unos días,
el imperialismo, en la figura de su magnate presidente, confirmó su imparcialidad con respecto a Israel, a partir de su apoyo manifiesto en uno de los temas que mayores energías movilizan en el mundo: la estadidad de Jerusalén, cuya historia está tan mezclada con el imaginario religioso de los pueblos. Más aún, con la propia vida de uno de ellos.

Si en décadas anteriores EE.UU. fungió como mediador en la conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, aduciendo que ese conflicto le preocupaba por ser uno de los más explosivos en la región levantina; ahora, con la presidencia de Trump, se pasó a una postura radical a favor del sueño del Gran Israel, donde la ciudad sagrada figura en el centro del mapa. Al mandatario estadounidense ese dato no le es ajeno, de ahí que haya decidido dar el paso de trasladar este 14 de mayo su representación diplomática.

Al parecer los asesores del republicano se guían expresamente por la síntesis dada en el sitio digital Wikipedia: “El 14 de mayo de 1948, el último de los soldados británicos abandonó Palestina y los judíos, liderados por David Ben-Gurión, declararon en Tel Aviv la creación del Estado de Israel, de acuerdo con el plan previsto por las Naciones Unidas”. Lo que esconde en cambio esa supuesta enciclopedia libre es que ese mismo día, 70 años atrás, tuvo lugar el éxodo palestino conocido como la Nakkba o catástrofe, por el cual casi el 70 por ciento de los árabes debieron abandonar Palestina, a causa de los asesinatos y las represalias.

Desde entonces esa nación no ha dejado de luchar ni por un segundo. En estos momentos, y debido a la brutalidad sionista, se cifran en casi una centena los muertos y en más de tres mil los heridos en la franja de Gaza, cuya población ha salido en masa como protesta por la medida unilateral de Estados Unidos.

Dadas las disputas que se originan en relación con Jerusalén, no ha sido posible nunca hallar una solución viable, porque tanto Israel como el Gobierno y el pueblo palestinos la reclaman para sí. Solo que la historia sirve como el mejor testigo defensor, pues la también llamada Ciudad Santa, en su amplia extensión, ha sido robada a los árabes.

De cualquier manera, en los Acuerdos de Oslo, suscritos en 1993, entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), se estableció que tan espinoso tema sería abordado en etapas más avanzadas de las negociaciones. Siete años después, en el 2000, en las pláticas de paz de Camp David, auspiciadas por el entonces presidente William Clinton, se volvió a tocar el tema.

Otra ficha que mantiene en jaque a la región

Es pertinente ver el traslado de la embajada yanqui hacia Jerusalén también en el marco de la escalada bélica del imperialismo, en su asociación con las sistemáticas amenazas contra Siria e Irán. A la Casa Blanca de hoy le tiene sin cuidado la coherencia y la paz en política exterior, y por ello se deshizo del pacto nuclear con los persas, y más recientemente acaba de abandonar definitivamente a la causa palestina como uno de sus frentes de batalla, al menos en lo formal. En su lugar se ha colocado, ya sin disfraces, de parte de Benjamín Netanyahu, quien dicho sea de paso es un fiel continuador de la línea dura del colonialismo de todos los tiempos.

Es preciso, y urgente, pasar de los discursos a las acciones concretas en aras de una solución a la justa causa palestina, y por ende a la situación de Jerusalén.

Bohemia

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