viernes, 15 de junio de 2018

Nicaragua: Nada es espontáneo ni casual

Por Lázaro Barredo Medina.- Nicaragua es ahora la nueva víctima de la guerra no convencional, como parte del ajuste de cuentas desestabilizador que el Partido Republicano estadounidense y su ejecutor, Donald Trump, pretenden desarrollar en América Latina y el Caribe con la estrategia de “poder duro”, que justifica la violencia para derrocar a un Gobierno que no responda a los intereses del imperio.

Para el imperio resulta inadmisible la posición internacional que el Ejecutivo que encabeza Daniel Ortega ha sostenido en el ALBA, en la Celac, en las últimas Cumbres de las Américas, en rechazo a las políticas hegemónicas de EE.UU., así como las estrechas relaciones que mantiene con Cuba, Venezuela, Bolivia, Rusia y China, y las “peligrosas” actitudes de emprender proyectos estratégicos como la construcción de un canal interoceánico sin contar con los estadounidenses, y asociándose para hacerlo con el gigante asiático.

Lo que ha sucedido en la hermana nación centroamericana no es obra de la espontaneidad,
nada ha sido casual. Es evidente que el plan de subversión estaba bien “cocinado” desde Washington a la búsqueda de un pretexto, en este caso el decreto de reforma a la seguridad social que dio inicio a las protestas e inmediatamente fue retirado para profundizar en el análisis de su aplicación. Sin embargo, al día siguiente comenzaron las manifestaciones violentas, con pandillas que provocaron saqueos a comercios, asaltos a instalaciones de todo tipo para aterrorizar a la población, ataques a los sandinistas, quienes están siendo asediados y perseguidos por vándalos al servicio de la oposición, lo cual ha sido tergiversado por la campaña de descrédito de la conspiración mediática nacional e internacional.

Para llevar adelante estas acciones desestabilizadoras fueron concertando fuerzas dentro de una oposición que no ha tenido respaldo en las elecciones y se ha apoyado ahora en las pandillas que quieren actuar impunes, aterrorizando a la población y fabricando una imagen internacional de caos en el país; un sector de la jerarquía eclesiástica que siempre estuvo en contra del FSLN y que en la actualidad agita bastante en las universidades católicas con vistas a incidir en las revueltas; un sector del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), que antepuso sus intereses y traicionó las relaciones con el Gobierno sandinista.

Punto y aparte para esa tenebrosa política de oscuras ONG, donde casi siempre aparecen las arañas peludas de las estadounidenses Usaid y la NED, que ponen cualquier cantidad de dinero en función de la tarea subversiva, para facilitar la preparación de jóvenes enviados al exterior a “formarse políticamente” y ser después la quinta columna de la injerencia y la agresión.

De nuevo en Nicaragua se ha demostrado el alineado papel de los medios de prensa y de las redes sociales para promover la desinformación, con la reproducción automática de elementos inventados, manipulados, con enfoques y montajes donde las victimas aparezcan como victimarios (tal como ya se vio con las guarimbas en Venezuela), para justificar la avalancha de ataques contra el Gobierno sandinista.

La prueba más fehaciente es la propuesta de diálogo para regresar a la paz que ha hecho el presidente Daniel Ortega. Todas las condiciones que han venido solicitando, el Ejecutivo las ha venido cumpliendo y, cuando esto sucede, suben la escalada de violencia y piden más. Por ejemplo, las reformas fueron derogadas, y entonces las sustituyeron por la renuncia del Presidente o en su defecto, su derrocamiento.

Como comentaba un analista, “el diálogo, única esperanza para la paz, se ha convertido en una pasarela adonde llegan a modelar los políticos de la derecha (viejos y nuevos) para exhibirse ante su potencial electorado”.

Es el mismo libreto: lo que quieren es un baño de sangre para complacer a la derecha estadounidense y promover la intervención, como tantas veces ha sucedido en Centroamérica.

Bohemia

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