sábado, 16 de julio de 2022

Más peligro para la población civil


Desde el pasado 29 de mayo, las tropas ucranianas han sometido a la ciudad de Donetsk a bombardeos prácticamente diarios e indiscriminados de sectores civiles de la ciudad. Además de las zonas industriales, depósitos de munición o centros de control, Ucrania no ha dudado en atacar barrios residenciales en los que difícilmente podría haber ningún objetivo militar. Además de las zonas habitualmente bombardeadas -no en estos meses, sino en los últimos ocho años-, Kiev ha atacado también zonas tan céntricas como los alrededores del Donbass Arena o del bulevar Pushkin. En ocasiones, las autoridades de la RPD han denunciado el uso de armamento occidental en estos bombardeos. Sin embargo, gran parte de los bombardeos de Donetsk o Makeevka se han realizado con el uso de armamento ucraniano, especialmente el uso de Grads, capaces de matar y de infligir daños materiales, pero especialmente imprecisos.

Esos bombardeos han causado, en el mes y medio desde que el centro de la ciudad empezó a ser atacado de forma regular, un constante goteo de daños materiales y de bajas entre la población civil, hombres y mujeres que no aparecen en los medios de comunicación y niños que no son tenidos en cuenta en un balance de menores muertos en el que tan solo parece contar una parte. El sufrimiento de la población civil es el mismo a ambos lados del frente, pero la espectacularidad de las consecuencias de los misiles rusos, el desinterés mediático por la población de Donbass y la ausencia de periodistas occidentales en las zonas controladas por las tropas rusas, RPD o RPL hace que su visibilidad sea mínima.

Ayer, un ataque con misiles rusos destruyó un edificio en el centro de Vinnitsa, la Casa de Oficiales. Además de evidentes daños materiales y bajas militares, Ucrania denunció el ataque como terrorista, ya que costó la vida de dos niños. Las imágenes de los instantes posteriores al impacto de uno de los misiles mostraban a civiles paseando con tranquilidad, lo que causó la sorpresa, e incluso indignación, de algunas fuentes ucranianas, que dan por hecho que la población ha perdido el respeto a los bombardeos y no se aleja de posibles objetivos de los misiles con la rapidez que debería en el momento en el que se activan las alarmas. Varias fuentes recordaban ayer que, pese a que los objetivos de los misiles rusos -cuya precisión está siendo alta- sean instalaciones militares, existe un segundo peligro: la posibilidad de que los proyectiles sean derribados por las defensas antiaéreas ucranianas e impacten en otros lugares cercanos.

Poco después, la respuesta Ucrania fue una nueva intensificación de los bombardeos contra Donetsk, donde las tropas ucranianas atacaron la estación de autobuses de la capital de la RPD, una zona extremadamente transitada en una ciudad que volvió a la vida civil hace años y donde el transporte colectivo es el principal medio de traslado para quienes acuden a sus trabajos. Un objetivo puramente civil, el ataque volvió a causar víctimas mortales.

En el desarrollo de la guerra, cuando los objetivos militares más evidentes han sido ya destruidos y los blancos se encuentran en zonas pobladas o incluso en los centros de las ciudades, el peligro para la población civil aumenta notablemente y es previsible que, ante la escalada que anuncia Ucrania, esos riesgos se extiendan, no solo a Jerson, sino a ciudades que ya han sufrido la dureza de la guerra. Es el caso de Mariupol, que como comentaba la semana pasada el corresponsal de Komsomolskaya Pravda Dmitry Steshin, es, posiblemente la ciudad más tranquila de Donbass en estos momentos. Sin embargo, las palabras de uno de los oficiales de la administración local ucraniana -que huyó en los primeros días de la batalla pero que sigue emitiendo comunicados como si se encontraba sobre el terreno- hacen temer que esa tranquilidad militar se vea interrumpida.

Así lo reflejaba ayer el diario ucraniano Strana:

El asesor del alcalde de Mariupol, Petro Andriushenko, aconseja a los residentes del distrito Primorsky de la ciudad que “elijan un lugar de residencia más seguro”, ya que el puerto de Mariupol puede ser bombardeado por las tropas ucranianas. Así lo escribió en su canal de Telegram.

Según Andriushenko, “teniendo en cuenta la reparación de las vías férreas y la organización del tráfico de carga bajo la tapadera del transporte de pasajeros Mariupol-Volnovaja, podemos afirmar finalmente la transformación del puerto de Mariupol en un nudo de transporte militar”.

“Teniendo en cuanta el rango de la artillería ucraniana, especialmente el de los sistemas HIMARS, sugerimos que los residentes del distrito Primorsky de Mariupol en caso de que un carguero entre en la zona portuaria, elijan un lugar de residencia más seguro y eviten viajar en tren en la medida de lo posible”

Una vez más, Ucrania trata de provocar el miedo de la población y lo hace explotando la amenaza que suponen las armas occidentales. Como infraestructura civil, el puerto de Mariupol siempre fue considerado clave para la viabilidad de la ciudad, por lo que fue especialmente protegido por las tropas rusas y republicanas que avanzaban en la batalla urbana. El puerto, que en comparación con el resto de la ciudad sufrió escasos daños, fue una de las últimas zonas en ser capturada por las tropas de la RPD. Ya reparadas sus partes vitales, ha comenzado a funcionar fundamentalmente para el transporte de material de construcción con el que las nuevas autoridades tratan de reconstruir con la mayor rapidez posible la ciudad.

En el reciente artículo de Dmitry Steshin sobre su visita a Mariupol, el corresponsal cita a una mujer que duda de la reconstrucción ante la posibilidad de que las tropas ucranianas regresen y se reanude el bombardeo. Eso es precisamente lo que las autoridades locales ucranianas parecen querer insertar en la mente de la población. Un miedo que no solo se limita a las personas que residen en la zona, cuyas posibilidades de elegir vivienda en estos momentos son prácticamente nulas, sino a cualquier persona que haga algo tan básico como viajar en tren.

Sin negociaciones de paz a la vista y con la firme idea de Ucrania y sus socios occidentales de llevar la guerra hasta el final, es previsible que no solo aumente la intensidad de los bombardeos en el frente y en las retaguardias de los contendientes, sino que aumenten también las bajas civiles y militares a ambos lados de una línea de separación que se extiende a lo largo de centenares de kilómetros.

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