viernes, 2 de diciembre de 2022

Lluvia, barro y artillería


Las botas se hundieron sin piedad en el barro en cuanto salí del coche en el campamento de una de las unidades de artillería del Distrito Militar Occidental en la zona de Svatovo. Un satisfecho colega, vestido con botas hasta las rodillas, sonreía satisfecho de sí mismo. Como el más listo, él, como si fuera un rompehielos, se ofreció voluntario para liderar el camino por el bosque, donde habíamos venido a visitar a los dioses de la guerra y para conocer a las unidades, formadas exclusivamente por reclutas movilizados para el frente ucraniano. Recientemente, familiares de quienes han sido llamados a filas para la operación militar especial se han quejado en Telegram de las difíciles condiciones en el frente: “Hay agua en las trincheras, llueve, duermen en cobertizos”.

Por una parte, hay que comprender a la población civil: está preocupada por sus maridos, hermanos, hijos. Y es difícil para una persona puramente civil aceptar sin más que todo Donbass lleva luchando en estas condiciones por noveno año consecutivo. Por otra parte, es la norma que los soldados tienen que “aguantar las penurias y la dureza del servicio”. Aunque eso no significa que puedan ser utilizados como mulas. En tercer lugar, como advertí al inicio de la movilización, nadie iba a correr detrás de los soldados para enseñarles la vida. Tendrán que hacerlo por su cuenta. Hace tiempo que me di cuenta de que todo depende de los comandantes. Donde un oficial competente es capaz de organizar el trabajo de sus subordinados, por norma, no suele haber problemas serios. Pero donde se deja a los soldados a su suerte, comienzan las quejas. Así que, ¿qué pasa en la operación militar especial a finales de noviembre de 2022?

“Bueno, sí, barro. ¿Cómo te libras de él? Tampoco ayuda en la vida civil. En general, aguantamos”, dice con una sonrisa forzada un recluta de nombre Orel, que nos examina de pies a cabeza.

Después de un breve viaje por el bosque, nos camuflamos completamente en el espacio ensuciándonos “por los flancos”. Orel es de Kotovsk, región de Tambov. En su “anterior” vida, trabajaba en la construcción, construía centros comerciales y le gustaba ir a pescar. Dice que cuando recibió la citación, no se le pasó por la cabeza huir. Unas semanas de instrucción y ahora está en la línea del frente, al lado de una Yuveril. Está ahí con otro compañero de Kotovsk, uno tiene 32 años y el otro 38.

“Un arma letal”, dice Orel mirando con respeto una ametralladora pesada.

“¿Se usa a menudo?”

“¿Por qué crees que la llamamos la joya?”, guiña el ojo el compañero de Orel, Zolotoy, que en la vida civil era soldador.

“¿Recuerdas algún blanco concreto?”

“Cuando trabajábamos en la dirección de Járkov, en la zona de Kazachey Lopani, la inteligencia nos dio los objetivos. Ahí, el enemigo estaba seriamente fortificado, con cemento. En resumen, digamos que los rompimos. Los exploradores nos agradecieron el trabajo”.

“¿Trabajáis mucho en cooperación con ellos?”

“Claro, ellos son los que nos dan las coordenadas”. Es un ejemplo del trabajo en directo. Las fuerzas especiales del Distrito Militar Occidental, por medio del reconocimiento, identifican los objetivos y de forma inmediata, evitando el complejo sistema de jerarquías y subordinación, y traladan los datos a los artilleros, que están preparados para actuar en dos minutos.

“Tenemos un cálculo del Tulip (el mortero de mayor calibre, de 240mm) de los reclutas, que se preparan cinco veces más rápido que los demás”, explica el oficial que nos acompaña.

Se puede observar cómo viven los soldados en las condiciones de otoño. Las tiendas-barracón están desperdigadas por el bosque. Hay una ducha, una sauna y un “café” en el que nos invitan a los restos de la barbacoa: los chicos han celebrado modestamente el día artillero.

Los uniformes lavados se “secan” en los tendederos en la lluvia. Parece algo infernal.

Me recuerda a los años en los que participé en la arqueología militar de los campos de la Gran Guerra Patria en Nóvgorod. Allí, en el barro, había muerto el segundo ejército de choque. Siempre me ha impresionado cómo nuestros abuelos se las arreglaron para luchar en unas condiciones tan insoportables: barro continuo, humedad, frío y todas las amenidades de la vida del bosque, desde los mosquitos a los roedores que intentan morderte las botas.

En todo este esplendor, observas a ciudadanos corrientes rusos que se han convertido en soldados y entiendes que llevan dentro la forma de adaptarse.

También está aquí un equipo de récord. Zhenek es un hombre modesto de la localidad de Verjni Shibrai, también en la región de Tambov. Trabajaba en una granja y ahora dispara proyectiles del tamaño de medio hombre. Admite que al principio fue extraño e incluso aterrador, pero se acostumbró.

“¿Cuánto disparas de media al día?”, pregunto a Evgeny.

“Diez”.

“¿Eso es mucho?”

“Me parece que no es suficiente. El deseo es disparar lo más posible”.

“Tienes que ver lo felices que son cuando les informan de la destrucción de los objetivos. Como si fueran niños”, admite nuestro guía. “Ya no se distinguen de los profesionales. A veces están preparados antes”.

En ese momento, algo zumbó al otro lado de las paredes del “café”. Alguien había encendido abruptamente el sonido del agua. La lluvia empezó a caer por una pequeña presa y el agua cubrió todo el campamento.

“Bueno, tendremos que reorganizar las tiendas de nuevo”, se encogió de hombros uno de los soldados. Lo dijo como si dijera que va a la siguiente tienda a por algo de pan.

“Si lo hemos hecho dos veces, lo haremos tres. No nos quedamos mucho tiempo en un mismo sitio. Nos hemos movido tanto, que una mudanza más o una menos da igual”.

Los chicos están en una dirección explosiva. La frontera se ha convertido en una especie de “línea de abatís” frente al territorio de la República Popular de Lugansk, en la que el enemigo lleva meses tratando de irrumpir. Su objetivo era ocupar la ciudad de Svatovo antes del 17 de octubre, pero algo salió mal. La línea de defensa en Ucrania empezó a llenarse de equipamiento y ha sido capaz de aguantar el avance del enemigo.

Actualmente, columnas sin fin de camiones civiles avanzan hacia la “línea de abatís”. Algunos llevan material de cemento con el que se construyen barreras impasables. Otros llevan material de construcción para fortificaciones y cobertizos. Tractores y excavadoras trabajan en los campos. No son soldados con palas, sino constructores civiles que erigen líneas de defensa según los cánones de la ciencia militar.

“¿Cómo se comporta el enemigo?”, pregunto a un soldado en una de las posiciones.

“Periódicamente prueba sus fuerzas. Intenta golpear por los flancos. Por el momento, todo está bien, recibe buenas respuestas.

“¿Llevas mucho tiempo luchando?”

“Ocho meses. Luché en 2014. Soy de aquí, de Krasny Luch. Me llamo Vladimir Savchenko. Asesoré al primer y segundo presidente de la República. Y trabajé en la mina, en la gestión, no bajo tierra. También en la administración local. Cuando la madre patria llamó, acudí”.

“¿Fuiste movilizado?”

“Vine como voluntario. Era miembro de la resistencia, ayudé a preparar el referéndum de 2014. ¿Ahora hay que rebobinar y destruir lo que hemos construido con nuestras propias manos? De ninguna manera. Mi esposa también es oficial. ¿Cómo lleva esto? Con experiencia. Hay momentos en los que se pasa de la felicidad a las lágrimas”.

“La situación para nosotros es estable dentro de la dificultad”, explica el comandante de batallón, de nombre Oskol, que está junto a él y lleva una veintena de contusiones a sus espaldas. “En principio, casi todos los días el enemigo trata de irrumpir, no escatiman fuerzas, no escatiman soldados. A veces hay intenso fuego de artillería. Bajo el ruido, se aproximan en grupos, uno pasa al ataque y otro espera. Cuando uno se queda sin munición, el segundo entra en la batalla. De esta forma intentan avanzar”.

“¿Afecta directamente el clima en el curso de las hostilidades?”

“Es sucio, muy sucio. Hay agua en las trincheras. Ahora los chicos la están retirando con todas sus fuerzas. Están cansados, claro. Pero el sol no brilla tampoco al otro lado”.

Detrás del comandante, los soldados achican agua con las palas para secar las trincheras. Parece que hasta que el suelo no se hiele, el enemigo no iniciará acciones ofensivas serias. Pero tras la retirada de Jersón, Kiev trasladó aquí parte de sus fuerzas. El enemigo no ha perdido la esperanza de poder irrumpir en la RPL.

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